Según Oscar Adler, cuyo libro “La astrología como ciencia oculta. El testamento de la
astrología” leí hace algún tiempo, quienes tenemos a Piscis
fuerte en el esquema, vivimos en algo así como un estado onírico
permanente, del cual nos es difícil volver a la realidad de la
vigilia. Como si voláramos permanentemente sin necesidad de tronchos
para ello. Y los que nos rodean nos sirven como un vínculo, como
intermediarios del mundo real.
Al
inicio de cada Era precesional se ataca, conforme a la ley del
péndulo, todos los valores de la Era anterior. Estamos al inicio de
la Era de Acuario y se ataca todo aquello que simboliza Piscis: el
encierro, los claustros, la oración, la fe sin fundamento lógico,
el contacto con los ángeles... Y eso afecta directamente a
quienes somos nativos de Piscis o lo tenemos en el Ascendente. Como si fuéramos seres anómalos sin derecho a vivir en este mundo. Pero
como dijera el arquitecto de la Matrix, la anomalía también es
parte del sistema.