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miércoles, 3 de junio de 2020

Sobre la novela "La murmuradora" de Katarzyna Berenika Miszczuk

Imaginémonos un mundo en el que el príncipe Mieszko I jamás se bautizó por lo que el Reino de Polonia en el siglo XXI aún seguía siendo pagano. Lo gobernaba el rey Mieszko XII. Los personajes más importantes de cada pueblo, eran el żerca, a quien llamaremos el invocador, quien ofrecía sacrificios a los dioses y tenía el poder de leer el futuro en las entrañas de los animales sacrificados. Y la szeptucha, a quien llamaremos la murmuradora, quien curaba con hierbas y sabía enderezar la suerte, mediante sus murmullos. Es con ellos, con quienes el alcalde del lugar coordinaba todo lo referente a las festividades religiosas.
¿Historia alternativa o fantasía? Digamos que un poco de ambas, pero sobre todo, fantasía. Ese es el ambiente en el que se desarrolla la serie novelada „La flor de helecho” de Katarzyna Berenika Miszczuk. Reseñaremos aquí brevemente „La murmuradora”, el primer volumen de la misma.

El personaje principal y la narradora de la historia es Gosława Brzózka, llamada cariñosamente Gosia. La chica, luego de acabar sus estudios de medicina en la Universidad Médica de Varsovia, partió a cumplir su práctica anual donde una murmuradora, tal como lo exigía la ley. (Haciendo un paréntesis diremos, que la autora de la novela es médico, egresada de esa misma universidad). 
Antes de partir, Gosia, quien procedía de Varsovia y se consideraba una chica moderna,  no creía en los dioses, tomándolos como una simple superstición. No así su madre, quien procedía del pueblo de Bieliny, cerca a Kielce, y era muy devota de los mismos. Fue ella quien le consiguió una pasantía, con la murmuradora de Bieliny, a quien conocía desde niña. La murmuradora, llamada Jarogniewa, se hacía llamar Baba Jaga

Sława, la mejor amiga de Gosia, le comentó que también procedía de Bieliny. Le ofreció irse a vivir juntas a su departamento en Kielce y presentarle a sus amigos del lugar. Gosia aceptó feliz, pues no tenía ganas de ir a vivir a un pueblo perdido, mientras que Kielce era una ciudad con cines y centros comerciales. De allí podría llegar rápidamente a Bieliny.
Conforme a lo prometido, habiéndose establecido en Kielce, Gosia y Sława fueron a una discoteca, donde ésta le presentó a sus amigos. Estos eran: Tomira, su hermana Myślibora, llamada por su diminutivo Borka, Żywia y Radowit, llamado Radek. Gosia percibió algo raro en todos ellos, pero no sabría decir qué.
Sin embargo, llegar donde la murmuradora, no era tan fácil. El trecho entre el paradero del bus y su casa, que se encontraba junto al bosque, en las afueras del pueblo, era bastante largo. Gosia estaba ya tan cansada, que sentía que jamás llegaría, cuando en el camino apareció el hombre más hermoso que había visto en su vida, rubio y de ojos azules, montado sobre un caballo blanco. Fue así como Gosia conoció a Mieszko, quien la acercó donde la murmuradora, montándola sobre su caballo.

Gosia inició sus prácticas, aprendiendo a curar con hierbas y métodos naturales, y apoyando a la murmuradora con los preparativos para la Fiesta de la Primavera, que se realizaba la noche del equinoccio. Durante esa festividad se invocaba al dios Yarilo para que fertilizara la tierra con su lluvia. Por eso era malo que lloviera antes de la fiesta. Cierta vez, viendo que las nubes estaban cargadas, la murmuradora tiró harina por la ventana. De esa manera, le explicó a Gosia, se les hacía una ofrenda a los planetnicy, pidiéndoles que aún no hicieran llover. Gosia, como joven escéptica criada en la capital, no se imaginaba que esas creencias aún estuvieran vivas.

La presión para que Gosia, quien alardeaba de su ateísmo, creyera en los dioses, era muy fuerte. Cierta vez, cuando regresaban del bosque, la murmuradora le dijo:
„- Los dioses son mucho más reales de lo que te imaginas”. *
Y luego agregó:
„- Los dioses son malos y vengativos. Pedirán por ti. Recuerda mis palabras”. *
Otra vez la abordó en la calle un anciano maloliente, quien la cogió fuertemente del brazo, preguntándole si creía en los dioses. Gosia le dijo que no, a lo que él le respondió:
„- Pues pronto creerás. (…) Ojalá tu elección sea sabia. Si no te arrepentirás”. *
Gosia le envió un mensaje a Sława, advirtiéndole que se cuidara, a lo que ésta respondió que se trataba del señor Witek, un personaje inofensivo.

Hasta que llegó el día de la Fiesta de la Primavera. Gosia y la murmuradora habían armado un puesto, en el que, conforme a la tradición, vendían pisanki, vale decir huevos pintados. De pronto Gosia, quien se encontraba sola junto al puesto, se percató de que a su lado había un hombre, vestido de negro, a quien no había sentido llegar. El hombre, quien se presentó como Veles, la amenazó diciendo lo siguiente:
„- Mi advertencia es la siguiente. (…) Si no haces lo que te ordene, lo lamentarás amargamente, tanto tú, como tus seres queridos”. *
Aclaramos que Veles era el dios tricéfalo, que gobernaba Navia, el mundo de los muertos. Amante de los caballos negros, solía presentarse bajo la forma de un halcón.
Gosia creyó que se trataba de un loco más. Pero al voltearse se percató, que éste súbitamente había desaparecido. La chica vio tan sólo a un halcón volando hacia las nubes.
Finalizada la fiesta, los pobladores del pueblo se esparcieron, llevando cada quien, una vela o lamparín con el fuego festivo a sus casas. Los invocadores y murmuradoras  de varios lugares, partieron a encontrarse en su propia fiesta, en la cima del cerro Łysa Góra. Al cabo de un rato, Gosia, quien acompañaba a Baba Jaga, sintió que se mareaba y, creyendo que era a causa del licor bebido, se apartó del grupo.

Y entonces Gosia tuvo su primera visión. Vio al vikingo Dagome partiendo a dirigir la batalla contra la tribu de los veletos. Y simultáneamente supo que Dagome era Mieszko, sintiendo su furia y su deseo de sangre. Antes de la batalla Siemomysł, el príncipe de los polanos, le entregó un odre, diciéndole que contenía una infusión de la flor de helecho, que su hija Ote había conseguido especialmente para él.
Siemomysł, quien no tenía descendencia masculina, le había prometido, que en caso de ganar la batalla, lo convertiría en su hijo. Ahora, ante la respuesta de Mieszko, quien dijo no creer en esas supersticiones, respondió:
„- Si quieres ser un gobernante eterno, lo creerás”. *
Gosia vio como Dagome bebía la infusión. Vio luego el desarrollo de la batalla y a Drogowit, príncipe de los veletos, clavando la propia espada de Dagome en su corazón. Vio también como, luego de haber caído muerto a los pies de Drogowit, Dagome se levantaba de entre los cadáveres de sus compañeros de armas, bajo el chillido de las aves de rapiña que sobrevolaban el campo de batalla.
Gosia despertó bruscamente, sintiendo que Mieszko la sostenía. Entonces, sin decirle nada jaló de su blusón y al tocar su pecho, palpó la cicatriz que se extendía a la altura del corazón.
„- ¿Quién eres? - preguntó sordamente”. *

La chica creyó que lo que había visto y sentido eran alucinaciones, debidas a las hierbas que los invocadores habían echado al fuego durante el aquelarre en Łysa Góra. Mieszko y la murmuradora comprendieron entonces que había llegado la hora de aclararle algunas cosas. La llevaron cuidadosamente a la casa de la murmuradora, donde en una habitación iluminada y sin ventanas, le hicieron saber que era una vidente. Vale decir una mujer que había nacido exactamente doce mil cuatrocientos cuarenta y cinco plenilunios, luego de la anterior vidente. Eso le daba la capacidad de ver en visiones cosas que habían sucedido en el pasado, así como también a los dioses, semidioses y monstruos del universo eslavo. Por lo tanto todo lo que había visto era cierto. El Mieszko que conocía era el mismo, quien hacía más de mil años, había dirigido la batalla contra los veletos.

Gosia se negaba a creer en todo lo que le decían, cuando repentinamente se apagaron las luces y se escuchó una vocecita desde la oscuridad. Era uno de los pobrecillos, espíritus del hogar, quien manifestó querer transmitir a la vidente un mensaje de Swarożyc, dios del fuego. El mensaje era el siguiente: Swarożyc no tenía ningún plan para con ella y le deseaba suerte en su búsqueda. Finalmente la vocecita dijo:
„- Swarożyc dice que la cacería justo ha comenzado. Aconseja también elegir cuidadosamente a tus amigos”. *
Gosia no entendió de que cacería se trataba. La murmuradora le aclaró rápidamente que de la de la vidente, vale decir, de ella misma. Y es que sólo una vidente podía encontrar la flor de helecho, la que florecía en la noche del solsticio de verano, la noche de Kupala. Flor que otorgaba poder, riqueza, felicidad e incluso la inmortalidad, a quien bebiera su infusión. Flor detrás de la cual estaban dos dioses muy poderosos del panteón eslavo. Veles, quien gobernaba el inframundo y las sombras de la noche. Y Sviatovit, el dios de cuatro rostros, que montaba un caballo blanco y solía mostrarse bajo la forma de una paloma. Su dominio era el día. Pero el poder que tenían no les bastaba, querían ser el uno más poderoso que el otro.
Al día siguiente la murmuradora le dijo:
„- Una vidente nace exactamente veinticuatro años antes de la aparición de la flor, para que pueda encontrarla cuando ella misma esté en la flor de su juventud. Es lo que dice la leyenda”. *
Esa era exactamente la edad que tenía Gosia, quien pensó en fugarse a algún lugar lejano, como por ejemplo, Australia. Pero la murmuradora le dijo:
„- La flor te encontrará. (…) No escaparás a tu destino”. *

Gosia se encontró pues entre dos fuegos. Ambos dioses le enviaban a sus emisarios, exigiéndole la entrega de la flor. Siendo los emisarios de Veles realmente malévolos, mientras que no así los de Sviatovit.
Cierta vez Gosia fue atacada por un vampiro. Pero a pesar de que éste la mordiera y bebiera su sangre, ella no se convirtió en vampira. Pues para que eso sucediera, él debía beber toda su sangre. El vampiro le hizo prometer que entregaría la flor a Veles. Y es que Gosia se encontraba totalmente sometida a su voluntad, hipnotizada por sus ojos gatunos. En eso apareció Mieszko, quien había prometido protegerla, disparándole balas de plata al monstruo. Cuando el vampiro se hizo humo, Gosia perdió el conocimiento.

Gosia llegó a entrevistare con ambos dioses, reconociendo en Sviatovit al anciano maloliente que la abordó cierta vez delante de su casa. Asoció entonces que Witek era el diminutivo de Sviatovit. A ambos les prometió la flor, pidiendo que mantuvieran su promesa en secreto, para que el otro dios no se enterara y no la matara antes de tiempo. También le prometió secretamente la flor a Mieszko, quien agotado, luego de más mil años de vida, deseaba ser nuevamente mortal…



* Katarzyna Berenika Miszczuk, „La murmuradora”
Traducción: Isabel Sabogal Dunin-Borkowski

(Nota: las citas van sin número de página, pues la novela fue leída en formato electrónico. Tecnología de lectura apropiada en época de pandemia).

Ficha bibliográfica:
Katarzyna Berenika Miszczuk: „La murmuradora” (Szeptucha)
Serie: „La flor de helecho” (Kwiat paproci)
Varsovia, Editorial W.A.B., 2016
Número de páginas: 416
Idioma: Polaco

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