avenida de sol, de tierra y de viento.
paredes de adobe, cerros a distancia.
pendiente suave, puertas de madera
entreabiertas: canto de ollas y cucharas.
¿dónde estoy? ¿de dónde este verdor?
¿sonido de trompetas, olores de la infancia?
en la plaza hay fiesta, no importa la epidemia,
la virgen se celebra, a la virgen se le baila.
¿de quién es este cuerpo, estas manos
anchas? ¿esta piel ajada, huesitos de hojalata?
¿estos pies de gigante, como los de mi madre,
imaginando mundos sentada en su ventana?
los visitantes rinden tributo a la virgen.
ponte en la la fila, te tocará besarla.
su zapato delicado, el borde de su traje.
luego comeremos dulce de higo y cocadas.
las mujeres con blusas de blancor almidonado,
como alas de ángel, comparan sus alhajas.
sus collares de perlas y cuentas de colores
saltan sobre sus pechos de risa nacarada.
¡allí está! acá crecieron mis abuelos.
capulíes en el patio, la casa y sus fantasmas.
y si así lo decido, al abrir los ojos, podría
venir aquí... dormir en estas camas.
tendría una hija. ella conocería las danzas,
tendría este acento, sabría de estas plantas.
y yo la entregaría, cuando el día llegue, en
vestido bordado de acuerdo a esta usanza.
tus nietos y bisnietos, tataranietos idos,
te saludan en tu día, cajabamba inventada,
cajabamba soñada desde sus lechos grises,
sus noches ahogadas en metrópolis lejanas.
Alhelí Málaga
Del poemario: „Érase un espejo” (2022)
Nota: La autora es bisnieta de un cajabambino.
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