martes, 19 de mayo de 2020

Sobre la novela "Maxente" de Carlos Enrique Freyre

Esta será una breve reseña de „Maxente” de Carlos Enrique Freyre, la novela que se presentó conjuntamente con la mía, en la Feria Internacional del Libro de Lima del 2016
El primer comentario que puedo hacer es que mejor le hubiera calzado el título „Vampiros en la selva” o „Vampiros en la Amazonía”, porque ese es el tema sobre el que trata la novela. El autor es militar y menciona en la narración ríos, pueblos y lugares que conoció personalmente, al participar en la guerra antisubversiva, que se se libró en el Perú en los años ´80 y ´90 del siglo pasado. Podríamos sospechar incluso que la novela presenta de una manera camuflada las acciones del Ejército contra Sendero Luminoso y los pueblos que estaban bajo su control.
En cuanto a Maxente, éste era el nombre del poblado, donde se encontraba la base militar, a la que confluyeron los escuadrones especiales, Épsilon y posteriormente Zulú, para combatir a los vampiros. Casi todos los miembros del Escuadrón Épsilon, al mando del mayor Ítalo Berasteín, fueron compañeros de lucha en la batalla que libró el Estado peruano contra Sendero Luminoso. La excepción eran el capellán con grado de capitán, Antonio Seclén y el teniente Alberto Babilonia, ingeniero especializado en entidades sobrenaturales.
Por eso, cuando se les dijo que partían hacia una misión secreta, la mayoría creyó que se trataba de erradicar a los remanentes de Sendero Luminoso. Cosa que no dejaba de ser del todo cierta, pues Alipio, quien liderara a los vampiros, fue en su época un líder senderista. Tanto él como Gabriel, otro senderista, se dejaron morder por un vampiro, llamado el Eunuco Covarrubia, para convertirse en vampiros y de esa manera poder continuar con la lucha armada, en una guerra sin fin, pues ambos ya eran seres eternos.
Pero al querer expandirse y dominar el mundo fueron contra un principio básico, gracias al cual sobrevivieron los vampiros como especie. Se trataba del principio de la discreción, que permitió a los vampiros seguir existiendo en la sombra, logrando incluso que muchos humanos los consideraran tan sólo una leyenda. Pero Alipio, obsesionado por el poder, aplicó las técnicas de Sendero Luminoso, convirtiendo en vampiros a más y más pobladores, quienes a su vez, devoraban a los que no querían convertirse. Tenía incluso vampiros infiltrados en puestos claves de la región, como a Matías Vilca, presidente del comité de autodefensa del poblado de Tribolini, último lugar habitado por humanos, al que aparentemente habían llegado los vampiros. Alipio tenía la certeza de que al vencer al contingente de Maxente, cosa que estaba a punto de lograr, iniciaría la expansión de su poder por el mundo entero.
Pero lo que Alipio no sabía, era que también había un vampiro infiltrado en los más altos mandos del Ejército Peruano. Se trataba del coronel Antonio Cortelezzi, quien tenía contacto directo con el Ministro de Defensa. Y quien, al ver que el Ministro no se atrevía a tomar una decisión, utilizó la hipnosis para lograr que los helicópteros de combate, partieran hacia la selva a apoyar en la batalla que los dos escuadrones, Épsilon y Zulú, aliados con los comuneros del lugar, libraban contra los vampiros. Las balas lanzadas por los helicópteros fueron el toque final para la población vampiresca, liderada por Alipio. Los que aún quedaron con vida fueron posteriormente rematados por el Ejército.
Pero ese no fue el fin de la población vampiresca, ni en el Perú, ni en el mundo entero. Pues tal como le confesó posteriormente el coronel Cortelezzi al mayor Berasteín en una cafetería del distrito limeño de San Borja, él mismo era un vampiro y había congéneres suyos en varios puestos claves de morgues y hospitales. El crecimiento de la población de su especie había sido controlado y ahora podían volver a vivir tranquilamente desde la clandestinidad, tal como lo habían hecho durante siglos… 

Ficha bibliográfica:
Carlos Enrique Freyre: „Maxente”
Colección „Anatema” Nº 15
Lima, Ediciones Altazor, 2016
Número de páginas: 168
Idioma: Español


martes, 12 de mayo de 2020

Sobre el primer tomo de la novela "Las puertas de la Luminosidad" de Maja Lidia Kossakowska

Esta será una breve reseña del primer tomo de la novela Las puertas de la Luminosidad” de Maja Lidia Kossakowska. Libro que es a su vez el quinto volumen de la serie "Los  Ejércitos Celestiales”.

Novela muy extraña en la que se entremezclan seres y elementos de diferentes tradiciones y mitologías. Principalmente de la tradición judeo-cristiana e hindú, pero no solo. Tenemos pues elementos, como el Sol desdentado o la Cascada de las Almas, propios de la tradición de los pueblos siberianos; la mantícora, de la persa; los  genios, tritones e hipocampos de la grecorromana; los otros genios y efrites, de la árabe; los duendes de la medieval. Así como algunos elementos más de las mitologías egipcia, escandinava, húngara y cosaca.

La novela comienza con el retorno de Sereda, ángel y científica, de una de sus expediciones al Séptimo Cielo, donde se comunicó con su antiguo maestro el Arcángel Raziel, para hacerle saber que había percibido la presencia de la Claridad en los confines del Universo.
La Claridad, vale decir el Creador, debía encontrarse sentada en su trono, en medio de su palacio que se encontraba en el Séptimo Cielo. Pero hace siglos que lo había abandonado, cosa que Gabriel y Lucifer mantenían en secreto y de la cual sabían solo unos cuantos iniciados. Gabriel Arcángel era regente del Reino Celestial y Lucifer del Inframundo. Aparentemente en pugna, tenían una forma secreta de comunicarse. Pues ambos pertenecían al mismo Universo. No era el caso del Anticreador, llamado el Dios tullido, la Sombra de la mismísima Claridad.
Y es que si los habitantes, tanto del Reino Celestial, como del Inframundo, se enteraban de la ausencia de la Claridad, se haría imposible controlarlos y se quebraría el orden establecido por Ella misma. Sereda, obviamente, tampoco lo sabía, pues no pertenecía al círculo exclusivo de los Arcángeles de la Presencia, los únicos que tenían la potestad de presentarse ante el trono de la Claridad. Raziel era uno de ellos.
Viendo la gravedad de la situación, Gabriel solicitó reunirse con Sereda, a quien pidió partir en una expedición científica, financiada con fondos del Reino, para ir a confirmar la veracidad de sus percepciones. Pues tal vez, la Presencia que se encontraba en los confines del Universo, no era la de la Claridad, sino la de su Sombra, el Anticreador. Sereda se dejó engatusar por sus argumentos y aceptó gustosa el encargo.
Raziel, quien estaba perdidamente enamorado de Sereda, quedó hecho una furia, pues era una travesía muy peligrosa. Esperaba que Gabriel le dijera la verdad a Sereda, cuya inteligencia y juicio respetaba, y no que la convenciera con engaños. Sin embargo aceptó reunirse con Abadón, el Ángel Exterminador, para pedirle que se hiciera cargo de la expedición.

Raziel y Abadón se reunieron en una taberna llamada „Pan y peces”, donde servían, entre otras cosas, el maná celestial, el vino del Patriarca Noé y un plato de lentejas. Estos son tan sólo unos pocos ejemplos de las muchas alusiones bíblicas presentes en el texto. En este caso, el nombre de la taberna alude a la multiplicación de los panes y los peces durante el Sermón de la Montaña. El maná celestial, al maná que cayó del cielo, salvando del hambre al pueblo guiado por Moisés en el desierto. El vino de Noé, a aquel con el que éste se embriagó, durmiéndose luego desnudo. Y finalmente el plato de lentejas,  al plato por el que Esaú cedió a Jacob su derecho de primogenitura.
A las alusiones bíblicas añadiremos el lenguaje poético en el que está escrito la novela. Basten para ello, los dos ejemplos que vienen a continuación. Al aparecer Abadón en la taberna, se nos dice, que sus alas oscuras eran “del color de la tempestad” *. Y la ciudad celestial de Hajot Hakados en el recuerdo de Abadón, se presenta de esta manera: „Todas aquellas luces parpadeando tardíamente, cual joyas lanzadas a la frazada oscura de la noche. Torres frágiles de vidrio, cual tortas de azúcar. Cúpulas distinguidas, brillando oro y plata, cual lunas robadas del cielo. Muros blancos, luminosos cual la mismísima claridad”. **

Raziel le confesó a Abadón su amor por Sereda y éste le prometió devolverla intacta al Reino. Amor que, por cierto, no era correspondido.
Gabriel trató de mantener el motivo de la expedición en secreto ante Lucifer, pero no lo logró. Y es que el Inframundo tenía su red de inteligencia, dirigida por Asmodeo, el chico podrido, amigo íntimo de Lucifer. Sus agentes, lograron sacarle con amenazas a Sigil, pequeño efrit y secretario personal de Sereda, cual era el motivo del viaje.
Al enterarse de él, Lucifer inmediatamente, quiso participar en la travesía, para llegar ante la faz de la Claridad y aclararle de una vez por todas, el porqué de su rebelión y lo injusto de su castigo. Asmodeo le suplicó que no lo hiciera, logrando aparentemente, convencerlo.
Sin embargo Lucifer partió de incógnito, avisándole a Asmodeo que lo dejaba como regente del Inframundo, a través de una carta, que encargó le entregaran a la mano, cuando éste fuera a verlo. Pero Asmodeo no se le parecía físicamente, por lo que acordaron, a través del Ojo del Día, el canal de comunicación secreta entre los mundos, que Raziel reemplazara al regente del Inframundo, hasta que éste regresara.
Gabriel también había querido partir, pero Raziel logró convencerlo que no lo hiciera.

Luego de algunos roces y muchos preparativos, la nave con la expedición a bordo, finalmente partió. Saliendo de las aguas del Océano Primordial dieron con el Río del Tiempo en el que nadaban niños tritones de cabellos verdes y azulados, similares a las algas. Llegaron luego a la ciudad de Amfitrion, la ciudad de los tritones. Después de cruzar los Pantanos Celestes se les unieron los hermanos maruts, dirigidos por Matarisvan, la guardia personal de Sereda en todas sus expediciones. Estos seres de la mitología hindú, son hijos del dios de la tempestad Rudra.
Abadón, montando su caballo alado Ajenjo, fue a hacer un reconocimiento del estado en el que se encontraba el río malvado Vaitarani. Allí logró rescatar de la muerte segura a un gandharva, semidiós, semihumano y semipájaro. Al confirmar que el río se había desbordado, se vieron forzados a cambiar de itinerario. A sugerencia de Sereda decidieron cruzar Meru, la región de las deidades hindúes.

El gandharwa dijo ser músico y súbdito de Deva Bhairava, quien aseguró, quedaría muy agradecido por haberlo salvado. Y así fue. Llegando a los dominios de Deva Bhairava, éste les salió al encuentro invitándolos a hospedarse en su palacio. Fueron tres días y tres noches de danza, comida y bebida, sin descanso alguno. A la tercera noche Deva Bhairava propuso jugar a los dados. Mientras que los maruts se distrajeron con el juego, le hizo saber a Abadón, que coleccionaba mujeres y que le había echado el ojo a Sereda. En su colección tenía hembras de varias especies, pero le faltaba una ángela. (Y ponemos adrede ángela como femenino de ángel). Si bien admitió, que hubiera preferido una que fuera blanca y rubia, y no trigueña y pelinegra como Sereda. Finalmente sugirió jugarse a Sereda a los dados.
Obviamente Abadón no aceptó su propuesta. Al día siguiente la expedición partió, siendo despedidos efusivamente por Deva Bhairava. Esa misma noche fueron atacados por los ráksasas, seres demoníacos con los que éste se había aliado. En medio de la confusión Sereda fue secuestrada. Sin embargo, luego de un sinnúmero de aventuras y de fugar del reino subterráneo, donde habitaban estos seres, rescataron a Sereda del harén de Deva Bhairava. Lograron hacerlo gracias a los regalos mortíferos de los tres hermanos rhibu, artesanos de los dioses hindúes.
Rescataron también a las demás compañeras de cautiverio de Sereda. A una salamandra de pelo ígneo, una hermosa efrit, y a una nagini, semimujer y semiserpiente, entre otras.  Deva Bhairava, acompañado de los ráksasas, los atacó furioso, pero salieron ilesos del enfrentamiento, gracias al apoyo de otras deidades hindúes. Luego fueron invitados a reponerse en Nagaloka, dominio de Nagendra, sabio naga, semiserpiente y semihumano, esposo de la nagini rescatada.
Después de una estadía más o menos larga en Nagaloka, prosiguieron la travesía. Luego de cruzar el Bosque de Cuchillos, la expedición llegó finalmente a la Cascada de las Aguas, detrás de la cual se encuentran los Círculos de Más Allá del Tiempo.  

Mientras escalaban la cascada, Matarisvan, cegado por los celos le lanzó un rayo a Abadón. Y es que Matarisvan estaba perdidamente enamorado de Sereda con un amor, que sabía, no podía ser correspondido. Pero eso no lo eximía de los celos frente a todos los personajes masculinos que la rodeaban, fueran estos ángeles, genios, duendes o de cualquier otra especie. Pero los celos mayores eran para con Abadón, con quien Sereda tenía que coordinar detalles de la travesía. Y es que „Los ojos del celoso están ciegos, llenos de gusanera y podredumbre. Ve sólo lo que quiere ver y eso siempre es el mal, el odio y la traición. ¡Oh, sí!, huele la traición a cada paso”. ***
El rayo quebró la roca debajo suyo y Abadón cayó al abismo. Creyó llegar a su fin,  luego de siglos de existencia, pues „la Cascada de las Almas prende todo aquello que logra alcanzar y toda vida, incluso la del Ángel Exterminador, deberá finalmente acabar”. ****
Sin embargo Ajenjo, el Animal Divino, se lanzó volando detrás suyo y logró rescatarlo. El primer tomo de la novela finaliza con Abadón desmayado, al lado de su caballo, que yace con la pata rota, luego de haber logrado salvarle la vida.


* Maja Lidia Kossakowska, „Las puertas de la Luminosidad”, tomo I, p. 39
** Op. cit., p. 121
*** Op. cit., Pp. 466 - 467
**** Op. cit., p. 473
Traducción: Isabel Sabogal Dunin-Borkowski

Ficha bibliográfica:
Maja Lidia Kossakowska: „Las puertas de la Luminosidad” (Bramy światłości), tomo I
Lublin - Varsovia, Editorial Fabryka Słów, 2017
Número de páginas: 512
Idioma: Polaco