sábado, 27 de junio de 2020

Sobre la novela "Solsticio" de Katarzyna Berenika Miszczuk

Esta será una breve reseña de la novela „Solsticio”, cuarto volumen de la serie „La flor de helecho” de Katarzyna Berenika Miszczuk. Sugerimos al lector leer primero las reseñas del primer, segundo y tercer volumen de la serie, para facilitar la comprensión del texto. El libro está plagado de conversaciones con los dioses, leyendas narradas por los personajes, seres sobrenaturales y diversas aventuras. No es posible presentar todo en esta reseña, así que nos centraremos en algunos temas puntuales. 

La herida que Gosia recibió en pleno vientre, se curaba demasiado rápido para los estándares médicos. Tan es así que Jarogniewa, la murmuradora, vino a recogerla antes de tiempo, temiendo que el médico entrara en sospecha de que algo raro sucedía y la sometiera a un sinnúmero de análisis. Análisis que no aclararían nada, pues rociarse el vientre con la infusión de flor de helecho, no entraba dentro de los parámetros médicos. Al salir del hospital, Gosia debió fingir estar peor de lo que estaba, para no llamar demasiado la atención.

Mirka, la mamá de Gosia, le insistía en que viajara a Varsovia, pues tenían que hablar personalmente. Pero la chica no viajaba, por lo que finalmente conversaron por teléfono, a pesar de las reticencias de la mamá, quien decía que „ellos escuchan todo”, sin especificar quiénes eran esos „ellos”.
La madre le contó que una estriga maldijo a la familia, hace muchísimo tiempo, diciendo: „Las mujeres de nuestra familia han sido malditas. Cada una de nosotras nace con dos almas. Debe concebir una hija, para transmitirle su alma adicional, como quien transmite una enfermedad. La madre entonces queda fuera de peligro, pero la hija será maldita, hasta el momento, en el que ella misma, tenga una niña”. *
Al escuchar eso, Gosia cobró conciencia de que, efectivamente, procedía de una familia de hijas únicas. Tanto ella misma, como su madre, su abuela, su bisabuela y le parecía que también su tatarabuela, habían sido hijas únicas.
Pero, dijo la mamá, ella no quería esa suerte para su hija, por lo que pidió ayuda a los dioses. Y uno de ellos respondió. Veles, dios del Inframundo y de las almas difuntas, protector del ganado y de las promesas.
“- Me prometió que mi hija no se convertirá en una estriga, que la maldición será quebrada”. * - continuó.
A cambio de eso Veles le hizo prometer, que enviaría a su hija a Bieliny, cuando fuera a cumplir los veinticuatro años. Le importaba específicamente que estuviera allí durante la noche de Kupala. Le dijo además que no debían temerle al fuego, ni ella, ni su hija.
En medio de la conversación, Gosia preguntó quién era su padre. Pues tan sólo sabía que había sido concebida en Bieliny, de donde su mamá se fugó, estando encinta, hacia Varsovia.
„- Si te entiendes tan bien con los dioses, pregúntale todo a Veles” * - le respondió su madre.

La negativa a revelarle el nombre de su padre, hizo sospechar a Gosia sobre la naturaleza de éste. ¿No sería acaso uno de los dioses?
La chica le pidió entonces realizar el ritual de prueba de paternidad a Jarogniewa. La murmuradora accedió e invocó al “dios Rod, protector de la familia y a sus tres hijas, las rodzanice, quienes después del nacimiento de un niño, trenzan su destino y deciden si su vida será larga y feliz”. *
Gosia sintió detrás suyo, los pasos de las tres hijas divinas, quienes habían acudido al llamado. Pero sabía que no debía voltearse a mirarlas. Luego de hacer gotear su sangre al agua, la chica debía decir el nombre de un solo sospechoso. El huevo de cuco, saliendo a flote sobre el agua, le respondió que Swarożyc no era su padre.

Siguiendo el consejo de su madre, Gosia fue a buscar a Veles. Sabía que lo hallaría junto al árbol cósmico que se encontraba a la entrada de Wyraj o Navia, la región de los muertos. De los humanos, sólo Gosia, como vidente, podía ver el árbol. La chica lo tocó, asombrándose de la calidez de su corteza.
“- El árbol te aceptó” * - dijo asombrado Veles.
Gosia le preguntó si era cierto que, luego de muerta, se convertiría en una estriga. A lo que el dios le respondió:
“- Si mueres antes del parto, te convertirás en una estriga”. *
Pero, dijo, Gosia ya había iniciado el proceso de cura de la maldición, al echarse la infusión la flor de helecho en el vientre. Él no se sentía engañado, por no haber recibido la flor, pues ahora ella había venido a verlo, con la flor de helecho dentro suyo. Y no quiso decirle el nombre de su padre, pues como una vidente muy poderosa, debía descubrirlo por sí sola. Finalmente Gosia le preguntó por Swarożyc.
„- A Swarożyc le interesa el caos” - le respondió Veles - „No le gusta el orden reinante en el mundo. Cuidate de él. Si necesitas mi ayuda, ven acá”. *

Las visiones de Gosia, que hasta entonces se mantenían en un plano diferente a la realidad, ahora llegaron a entremezclarse con ella. Anteriormente, la chica despertaba de las visiones, por más vívidas que fueran, como quien despierta de un sueño. Pues además, la mayoría de visiones, le venía en sueños.
Ahora despertaba de un sueño recurrente, mojada por la lluvia y con las medias embarradas. En la visión del sueño, un grupo de hombres, con ropajes de diversas épocas, partía de cacería. Se escuchaba el sonido de los cuernos y el ladrido de los perros. Gosia distinguía a Radek, quien erguido sobre una nube, lanzaba un rayo al Żmij, la serpiente mítica, hecha de piedra y niebla. Y, sin embargo, era consciente de que Radek ya pertenecía al mundo de los muertos.
La primera vez que despertó de la visión, se la comentó a Mieszko, quien le dijo, que aparentemente había visto la Cacería Salvaje. Y lo explicó de esta manera:
„- La Cacería Salvaje está conformada por almas condenadas. Cualquiera puede entrar en sus filas, pero será condenado y ya nunca cruzará las puertas del más allá. (…) En mi tierra la llamaban la Persecución Salvaje y se creía que el mismo Odín la dirigía. (…) Cruza el mundo, cazando continuamente. Su aparición anuncia la muerte o la guerra…”  *
Recordemos al lector, que Mieszko, como vikingo, procedía de la península escandinava y, que al decir „mi tierra” se refería a esa parte del mundo.

Gosia daba por supuesto, que al participar de las visiones, podía verlas, sin ser vista. Pero sucedió que, durante cierta visión sucesiva, el jefe de los cazadores, la distinguió. El hombre bajó de su caballo y se le acercó, presentándose como el atamán, vale decir jefe militar cosaco, Matwiej Mazepa.** Gosia se sentía avergonzada, pues se había quedado dormida medio desnuda, y sus pechos traslucían a través del camisón mojado por la lluvia. Trató de taparlos con su cabello, al ver el interés del atamán en ellos.
Después de que Gosia se presentara como la mayor vidente de todos los tiempos, Matwiej le dijo, instándola a que se les uniera:
„- Si en el camino de la Cacería Salvaje, aparece un cazador o guerrero solitario, éste deberá ingresar inmediatamente en sus filas”. *
Pero a la pregunta de Gosia sobre si las mujeres podían ingresar, el atamán le respondió: 
„- No. Las mujeres no pueden ser cazadores valerosos”.
Gosia quedó, pues, fuera de peligro.
Sin embargo, cada mañana despertaba agotada, luego de las conversaciones interminables que sostenía durante el sueño con el atamán, quien ya había llegado a confesarle secretos de su niñez. Y Gosia no tenía con quien comentarlo, pues Mieszko había partido a Gniezno, por unos días. Días que, por cierto, se iban prolongando.

Mieszko partió, luego de recibir un oficio de la Oficina Sacerdotal de Gniezno, en el que le pedían que se presentase en el lapso de cinco días, para regularizar su situación como invocador de Bieliny. Cargo que no le interesaba y al que jamás había postulado. Si bien era cierto que había llegado al pueblo, para formarse como invocador donde Mszczuj. Pero ese era tan sólo un pretexto, pues en realidad, había llegado a Bieliny, para estar cerca de la vidente que encontraría la flor de helecho. Sin embargo, resultó que Mszczuj, antes de morir, había enviado una carta a la Oficina Sacerdotal, en la que alababa a Mieszko, su discípulo, recomendándolo para el cargo. Ahora que Mszczuj estaba muerto y Witek desaparecido, la Oficina referida convocó a Mieszko, pues se acercaba el Día de los Muertos, Dziady. Y se requería de un invocador que suplicara a Veles, a que dejara salir a las almas de su reino, para visitar sus tumbas aquel día. Tumbas, junto a las cuales, estarían sus seres queridos.
Mieszko partió para Gniezno, con la intención de negarse a asumir el cargo. Pero había falta de vocaciones, pues la gente creía cada vez menos en los dioses. Finalmente acordaron que Mieszko se haría cargo del Día de los Muertos y de la Fiesta Dadivosa, la del solsticio de invierno, y que luego mandarían un reemplazo. 

¿Y qué había pasado con Witek? Éste, luego de haber muerto por el golpe en la cabeza que le propició Mieszko, se convirtió en un spaleniec. Un ser hecho de fuego, al servicio de Swarożyc, que se consumía eternamente y que quemaba todo a su alrededor. Tan es así, que llegó a secar una pequeña laguna, en la que lo sumergió Mieszko, con la intención de ahogarlo.

En una de sus apariciones, Swarożyc, dios del fuego, prometió ayudar a Gosia con el manejo de las visiones, a cambio de un beso. Efectivamente, en la próxima visión se le apareció Ote, quien tildándola de estúpida, le dio algunas indicaciones. A partir de las mismas, Gosia pudo seguir a una joven, en quien reconoció a su madre, cuando tuvo una visión de ella. La vio entrar en el bosque y sentarse en la banca delante de la cabaña de los cazadores. La escuchó invocar a los dioses. Vio a Veles, acudiendo a su llamado. Escuchó la conversación entre ambos y la promesa del dios del Inframundo. Los vio luego entrando juntos a la cabaña. Supo así que Veles era su padre.

Finalmente Swarożyc le dijo a quién debía matar, para saldar su deuda. Se trataba de Veles y debía hacerlo en la noche de la Fiesta de los Muertos. 
Esa noche Gosia le hizo creer a Swarożyc, que había matado al dios del Inframundo, al mostrarle su sangre en el estilete de Jurata, que el mismo Swarożyc alguna vez le había dado. Después, gracias a los conjuros del cuaderno de Radomiła, abuela de Jarogniewa, Gosia logró encerrarlo en un círculo. Luego, con la ayuda de los espíritus de las mujeres, que alguna vez fueron sus víctimas, le dio muerte con el mismo estilete, única arma capaz de matar a un dios.
Entonces se percató de que a su lado estaban Veles y Sviatovit, dios del día. Con Veles era que había armado la estrategia para engañar a Swarożyc. Veles se había dejado herir en el hombro, para que Gosia pudiera así mostrar su sangre, en el estilete de Jurata. 
Las estrigas estaban ligadas a Swarożyc y ahora que éste había muerto, la maldición quedó definitivamente quebrada, le explicó Veles. Pero como había que mantener el equilibrio y la gente aún creía en Swarożyc, el próximo dios del fuego, sería el niño que Gosia llevaba en su vientre. Por primera vez, luego de siglos, nacería un varón en su familia. Gosia pues, era hija de un dios, y sería madre de otro. Pero ella misma no era una diosa, pues como le aclaró Veles en una conversación anterior, sólo una cantidad limitada de dioses, mantenía el mundo en equilibrio.

Finalmente, el mismo día de la Fiesta Dadivosa, correspondiente al solsticio de invierno, Gosia y Mieszko se casaron en el templo de Bieliny. Estuvieron presentes los pobladores del pueblo, la mamá de Gosia, quien llegó para tal fin de Varsovia, así como Sława, acompañada de otros seres sobrenaturales. Y en un rincón al fondo, Gosia creyó distinguir las sombras de los dioses.
Demás está decir que Mieszko, quien finalmente había recuperado su mortalidad, quedó como el invocador del pueblo de Bieliny. En cuanto a Witek, el spaleniec, al llamado de Gosia, el atamán se lo llevó con la Cacería Salvaje…

* Katarzyna Berenika Miszczuk, „Solsticio”
Traducción: Isabel Sabogal Dunin-Borkowski

(Nota: las citas van sin número de página, pues la novela fue leída en formato electrónico. Tecnología de lectura apropiada en época de pandemia).

** Aclaramos al lector ajeno a la cultura polaca, que este es un guiño de la autora a la tragedia en verso del poeta Juliusz Słowacki, cuyo héroe titular, Iván Mazepa, era un atamán cosaco.

Ficha bibliográfica:
Katarzyna Berenika Miszczuk: „Solsticio” (Przesilenie)
Serie: „La flor de helecho” (Kwiat paproci)
Varsovia, Editorial W.A.B., 2018
Número de páginas: 464
Idioma: Polaco




miércoles, 17 de junio de 2020

Sobre la novela "El invocador" de Katarzyna Berenika Miszczuk

Esta será un breve reseña de la novela „El invocador”, tercer volumen de la serie „La flor de helecho” de Katarzyna Berenika Miszczuk. Sugerimos al lector leer primero las reseñas del primer y segundo volumen de la serie, para facilitar la comprensión del texto.

Pasada la noche de Kupala, Gosia se fue a vivir a Bieliny con Jarogniewa, la murmuradora. Mszczuj, el invocador del pueblo, había muerto aquella noche defendiendo a Gosia de los ataques de la estriga Ote. Ahora que estaba muerto, Jarogniewa recordaba su lado bueno, olvidándose de todos los rencores que, durante años, los mantuvieron separados. Tan es así que fue tardíamente que Gosia se enteró que eran esposos. Ambas iban a visitar su tumba en el cementerio de invocadores y murmuradoras que se encontraba en medio del bosque.
En cuanto a Mieszko, partió a enterrar los restos mortales de Ote, considerando que hacía más de mil años fue su esposa. Los días se sucedían y él no daba señas de vida. 

Al poco tiempo se realizó la consagración del nuevo invocador del pueblo. Se trataba de un joven, llamado Witosław, que llegó para tal fin de la ciudad de Cracovia. La murmuradora se mostró molesta al comienzo, porque no le consultaron al elegir al candidato para el cargo. Pero luego consideró que Witek, pues ese era el diminutivo del joven, era un buen partido para Gosia. Sin embargo, al ver su sonrisa, la chica la asoció, sin saber porqué, con la figura de un lobo.
La murmuradora declaró necesitar un respiro y partió en peregrinación, dejando a Gosia a cargo del consultorio.
Luego de un concierto en Kielce, al que asistió con Witek, el joven le comentó que estaba distanciado de su familia. Era una familia de arquitectos, que hubiese querido que él siguiera esa senda, pero él escogió otro camino.

Cierta noche, Gosia tuvo en sueños, una visión mucho más vívida que las anteriores. Vio a Mieszko, llegando a su morada en Ostrów Lednicki y encontrando a Ote, su esposa, muerta. Sintió su dolor y desesperación. Lo vio cumplir al día siguiente con el ritual establecido, frente a la pira funeraria que demoraba en prenderse. Y lo vio luego partiendo con su hijo Boleslao hacia la ciudad de Gniezno. Allí, luego de revelarle que no era su padre biológico, le dijo: 
„Un hombre debería tener sólo una vida. (…) Ya estoy cansado de la guerra y la política. (...) Serás el nuevo gobernante. Estos ya no son mis tiempos. Tú mismo dijiste que mi aspecto empieza a llamar la atención. Pronto no podré controlar los rumores. Es hora de acabar con eso”. *
Boleslao al inicio se opuso, sin imaginarse cómo asumir el cargo de alguien, que seguiría eternamente vivo. Pero Mieszko ya había ideado una estrategia. Se haría pasar por enfermo unos días, luego de los cuales Boleslao lo declararía muerto. Quemarían después el cuerpo de un campesino que se le pareciera en la pira funeraria, erigiendo un túmulo correspondiente al rango de un príncipe.
En cuanto a Mieszko, partiría a recorrer el mundo y vengar a Ote, a quien creía muerta por una poludnica. Y es que quería „irse antes de que fuera demasiado tarde, antes de perder completamente la razón”. *

Gosia despertó de su visión por unos golpes en la puerta de la casa. Era Mieszko, quien  por fin, había reaparecido. Éste le contó que había cumplido, si bien con ciertas dificultades, con enterrar a Ote, vendido su casa en Gniezno y comprado una en Bieliny. No alcanzó a decirle que era la casa colindante a la del consultorio de la murmuradora, pues llegó repentinamente Witek. Así fue como se conocieron sus dos pretendientes.

El tercer pretendiente era Swarożyc, dios del fuego, quien le salvó la vida, protegiéndola de la cólera de Veles y Sviatovit, la noche de Kupala. Ahora se le aparecía en los momentos más inesperados, en el bosque o cuando había fuego cerca, ya fuera el de una vela o el de la cocina. E incluso llegó a poseerla en medio del sueño, fingiendo ser Mieszko. Y es que, como le dijo él mismo, no era sólo el dios del fuego físico, sino también del fuego de la pasión. Llegó a exigirle que abandonara a Mieszko, cuando éste yacía inconsciente, habiendo caído bajo el encanto de unas nocnice, espíritus nocturnos, que lo habían atacado por encargo del mismo Swarożyc. Gosia se negó a hacerlo, invocando la ayuda de la diosa Mokosz, quien despertó a Mieszko. Mientras que Mokosz trataba de mantener el equilibrio, su hermano Swarożyc introducía el caos. Y en medio de esa danza, esa lucha eterna entre ambos dioses, se encontraba Gosia.
Viendo que la joven no abandonaría a Mieszko, Swarożyc le exigió que, como pago de  la deuda, matara a alguien. Pero no le dijo a quién ni cuándo.

Cierta noche la buscó un chmurnik, ser eólico nacido de la unión de los vientos del Sur y del Este en las estepas de Oriente. La guió al cementerio en medio del bosque. Allí un conjunto de seres sobrenaturales, rusalki y poludnice, rendía un homenaje póstumo al planetnik Radek, quien había sido muerto por un humano de identidad desconocida. Gosia distinguió a las dos wily, espíritus de muchachas muertas en la flor de su juventud, que conducían a la locura a los hombres, Borka y Tomira. Era el segundo ser ligado a lo sobrenatural que moría asesinado en poco tiempo. El anterior había sido un utopiec. Había pues un cazador de estos seres, rondando por el bosque. 
Sława estaba preocupada por Gosia, pues si bien, cómo le confesó, se había hecho su amiga para espiarla por encargo de Sviatovit, había llegado a quererla sinceramente. Y sabía que los seres sobrenaturales estaban resentidos con ella, pues la culpaban de la desaparición de Radek, luego de la noche de Kupala. Tampoco le perdonaban la muerte del vampiro y de la estriga Ote, que Gosia, conjuntamente con Mieszko, habían provocado. Gosia no podía comprender esa actitud, pues lo había hecho en defensa propia. ¿Acaso sospechaban que fueran ellos los cazadores?

Hasta que llegó la noche del equinoccio de otoño y con el la Fiesta de la Cosecha. Durante el festín que siguió al ritual, realizado por Witek, Gosia percibió con todo su ser, que Sława estaba en peligro. Guiada por su intuición, llegó corriendo a un bosquecillo,  cerca a la casa del invocador, seguida de Mieszko. Distinguió a Sława malherida y escuchó la voz del cazador que decía:
„- No deberías existir”. *
Y luego:
"- Dios me ordenó hacerlo. Me habló, enviándome una visión. Me protegerá. Y luego mataré a tus hermanas. A una tras otra”. *
Gosia le lanzó una piedra, con el afán de defender a su amiga. Éste se volteó, clavando el estilete, que estaba destinado para matar a Sława, en su vientre. Recién entonces, el cazador desesperado, se percató de a quien, sin querer, había herido. Y es que el cazador era Witek. Mieszko lo tumbó de un golpe en la cabeza.
Antes de perder la conciencia, Gosia pidió que llamaran una ambulancia, pues estaba encinta, cosa que ni Mieszko sabía…

* Katarzyna Berenika Miszczuk, „El invocador”
Traducción: Isabel Sabogal Dunin-Borkowski

(Nota: las citas van sin número de página, pues la novela fue leída en formato electrónico. Tecnología de lectura apropiada en época de pandemia).

Ficha bibliográfica:
Katarzyna Berenika Miszczuk: „El invocador” (Żerca)
Serie: „La flor de helecho” (Kwiat paproci)
Varsovia, Editorial W.A.B., 2017
Número de páginas: 496
Idioma: Polaco

jueves, 11 de junio de 2020

Sobre la novela "La noche de Kupala" de Katarzyna Berenika Miszczuk


Esta será un breve reseña de la novela „La noche de Kupala”, segundo volumen de la serie „La flor de helecho” de Katarzyna Berenika Miszczuk. Sugerimos al lector leer primero la reseña de la novela „La murmuradora”, primer volumen de la serie, para facilitar la comprensión del texto.

Durante la noche de Kupala, Gosia pensaba entregar la flor de helecho a Mieszko, de quien estaba perdidamente enamorada, para poder librarlo así de la carga de la inmortalidad. Mieszko se encontraba agotado después de una vida de más de mil años. Las mujeres que amaba, entre ellas, sus nueve esposas y sus varias concubinas, envejecían y se convertían en polvo. Sus compañeros de armas habían caído en batallas, sucedidas hacía siglos. Pero él seguía vivo, forzado a ocultar su identidad verdadera. La inmortalidad lo tornó solitario. Gosia fue la primera mujer con la que estuvo, luego de una pausa, de aproximadamente trescientos años.
La diosa de la fertilidad y la tierra, Mokosz, estaba de acuerdo con Gosia, pues le dijo:
- ¡Cuando le entregues la flor, volverá a ser mortal! Podrá morir y su sangre me alimentará. La vida debe acabar con la muerte. Ese es el único sentido, la única verdad. No hay nada más allá de eso”. *
Se lo dijo, luego de haber provocado a sangre fría, la muerte de quienes se reclamaban sus seguidores. Gosia, muy impactada, se lo comentó a la murmuradora, preguntándole por la naturaleza de los dioses, a lo que ésta le dijo:
„- Los dioses piensan con otras categorías. (…) Tienen otras prioridades. No sé si viven o si simplemente existen. No tienen en cuenta la temporalidad. ¿Y nosotros? Nosotros somos para ellos, lo que para nosotros los insectos”. **
Gosia le objetó diciendo:
„- De alguna manera dependen de nosotros. (…) Veles se ocupa de nosotros después de la muerte. ¿Por qué? Si no significáramos nada para él, no tendría porqué hacerlo. ¿O sí tendría? Les pedimos salud y generosidad para con nosotros y ellos, a veces, nos lo conceden. ¿Por qué? Mokosz cuida de la naturaleza, aunque nadie le obligue a hacerlo. De alguna manera dependemos los unos de los otros. No somos hormigas para ellos. Debe haber algo que nos une. ¡Cierta interdependencia!” ***

Gosia sabía que los dioses tenían semideidades a su servicio, que le seguían los pasos. Tan es así que llegó a enterarse tardíamente, que Sława, la amiga en quien confiaba plenamente y con quien compartía el departamento de Kielce, era una rusałka. Por eso era que Sława se teñía constantemente el pelo, para que no se notara que el verde era su color natural.
Por lo que Gosia sabía, „se convertían en rusałki, las jóvenes muertas justo antes de su matrimonio, y en południce, las que perdieron la vida, el día de su matrimonio o inmediatamente después”. **** (Aclaramos que rusałki es el plural de rusałka). Las rusałki y południce estaban al servicio de Sviatovit, dios del día.
Al servicio del mismo dios estaban también algunos płanetnicy, seres que lanzaban la lluvia desde las nubes y que luchaban con el żmij, serpiente malévola de piedra. Uno de los płanetnicy, Radowit, más conocido como Radek, aparecía constantemente delante de Gosia, y de paso, la cortejaba. Se habían conocido en una discoteca de Kielce, adonde Sława le presentó a sus amigos. Gosia se percató de que había algo raro en ellos, sin imaginarse siquiera que todos eran seres sobrenaturales. Y es en aquel entonces, ella no creía ni en los dioses, ni en las entidades que tenían a su servicio.
Al servicio del dios Veles, estaban en cambio los vampiros y los utopce, espíritus de quienes murieron ahogados.
Había otros seres, como el leszy, cuyo dominio era el bosque, por lo que vestía traje de guardabosque, y cuya piel parecía la corteza de un árbol. 

Otro ser sobrenatural, al cual conoció en la discoteca y con el que se topaba Gosia era la południca Żywia. (Aclaramos que południca es el singular de południce). Żywia trabajaba a diario en una fábrica de cosméticos, fingiendo ser una simple humana. Conforme a la leyenda, paseaba por los campos los mediodías de verano, provocando la muerte de niños y ancianos, por insolación. Debía hacerlo vestida de blanco y llevando una hoz en la mano.
Gosia la distinguió desde el lugar donde se estaba celebrando una ceremonia de cortapelo y se le acercó. Żywia se asombró de que Gosia conociera su verdadera naturaleza, diciéndole:
„- Me ven con la hoz sólo aquellos que creen en la existencia de las południce. Vale decir que en estos tiempos, casi nadie me distingue, cuando paseo por los campos. Nadie me teme, nadie se va corriendo a gritos. No hay nada más aburrido que la eternidad”. *****
Le dijo también que, a pesar de ello, seguía haciendo su ronda diaria, obligada por un imperativo interno. Pues si no lo hacía, se enfermaba.

Fue Żywia, quien con engaños, llevó a Gosia donde Ote, quien hacía más de mil años había sido esposa de Mieszko. Ahora Ote era una estriga, ser que arrancaba las entrañas de quienes aún estaban vivos. Gosia recordó, lo que le había contado alguna vez la murmuradora: „La estriga es un demonio. Surge de una mujer muerta que nació con dos almas o dos corazones”. ******
Ote le dijo, que al igual que ella, toda vidente, luego de muerta, se convertía en una estriga. Y se lo explicó de esta manera:
 „Cuando morimos, nos convertimos en estrigas, porque sólo una de nuestras almas llega a Wyraj, el mundo de los muertos. La otra se queda aquí. Para siempre”. *******
Luego Ote se lanzó sobre Gosia con la intención de matarla, pero ésta logró escapar, gracias a los amuletos que le había dado la murmuradora.
Al día siguiente, estando a solas con Mieszko, Gosia le dijo:
„Me encontré con Ote, quien alguna vez fue tu mujer. Es una estriga. Me dijo que quiere matarme, porque hicimos el amor. Me dijo que durante siglos mataba a todas las mujeres con las que estuviste”. ********
Mieszko se mostró reacio a creerlo, si bien posteriormente, confirmó que así era. Gosia hizo prometer a Mieszko y a la murmuradora, que en caso de convertirse, luego de muerta, en estriga, la matarían. Y es que la búsqueda de la flor de helecho durante la noche de Kupala, entrañaba para ella, un peligro de muerte.
Luego de un sinnúmero de aventuras vividas esa noche, Gosia logró entregarle a Mieszko la flor de helecho, para que bebiera su infusión. Éste preparó y bebió la mitad de la infusión, rociando la otra mitad sobre el vientre de Gosia, cuyas entrañas habían sido desgarradas por Ote. Gosia se curó, pero Mieszko, tal vez por haber bebido sólo la mitad, no se volvió inmortal…


* Katarzyna Berenika Miszczuk, „La noche de Kupala”, p. 272
** Op. cit., p. 287
*** Op. cit., p. 287
**** Op. cit., p. 174 
***** Op. cit., p. 164
****** Op. cit., p. 139
******* Op. cit., p. 184
******** Op. cit., p. 191
Traducción: Isabel Sabogal Dunin-Borkowski

Ficha bibliográfica:
Katarzyna Berenika Miszczuk: „La noche de Kupala” (Noc Kupały)
Serie: „La flor de helecho” (Kwiat paproci)
Varsovia, Editorial W.A.B., 2016
Número de páginas: 416
Idioma: Polaco

miércoles, 3 de junio de 2020

Sobre la novela "La murmuradora" de Katarzyna Berenika Miszczuk

Imaginémonos un mundo en el que el príncipe Mieszko I jamás se bautizó por lo que el Reino de Polonia en el siglo XXI aún seguía siendo pagano. Lo gobernaba el rey Mieszko XII. Los personajes más importantes de cada pueblo, eran el żerca, a quien llamaremos el invocador, quien ofrecía sacrificios a los dioses y tenía el poder de leer el futuro en las entrañas de los animales sacrificados. Y la szeptucha, a quien llamaremos la murmuradora, quien curaba con hierbas y sabía enderezar la suerte, mediante sus murmullos. Es con ellos, con quienes el alcalde del lugar coordinaba todo lo referente a las festividades religiosas.
¿Historia alternativa o fantasía? Digamos que un poco de ambas, pero sobre todo, fantasía. Ese es el ambiente en el que se desarrolla la serie novelada „La flor de helecho” de Katarzyna Berenika Miszczuk. Reseñaremos aquí brevemente „La murmuradora”, el primer volumen de la misma.

El personaje principal y la narradora de la historia es Gosława Brzózka, llamada cariñosamente Gosia. La chica, luego de acabar sus estudios de medicina en la Universidad Médica de Varsovia, partió a cumplir su práctica anual donde una murmuradora, tal como lo exigía la ley. (Haciendo un paréntesis diremos, que la autora de la novela es médico, egresada de esa misma universidad). 
Antes de partir, Gosia, quien procedía de Varsovia y se consideraba una chica moderna,  no creía en los dioses, tomándolos como una simple superstición. No así su madre, quien procedía del pueblo de Bieliny, cerca a Kielce, y era muy devota de los mismos. Fue ella quien le consiguió una pasantía, con la murmuradora de Bieliny, a quien conocía desde niña. La murmuradora, llamada Jarogniewa, se hacía llamar Baba Jaga

Sława, la mejor amiga de Gosia, le comentó que también procedía de Bieliny. Le ofreció irse a vivir juntas a su departamento en Kielce y presentarle a sus amigos del lugar. Gosia aceptó feliz, pues no tenía ganas de ir a vivir a un pueblo perdido, mientras que Kielce era una ciudad con cines y centros comerciales. De allí podría llegar rápidamente a Bieliny.
Conforme a lo prometido, habiéndose establecido en Kielce, Gosia y Sława fueron a una discoteca, donde ésta le presentó a sus amigos. Estos eran: Tomira, su hermana Myślibora, llamada por su diminutivo Borka, Żywia y Radowit, llamado Radek. Gosia percibió algo raro en todos ellos, pero no sabría decir qué.
Sin embargo, llegar donde la murmuradora, no era tan fácil. El trecho entre el paradero del bus y su casa, que se encontraba junto al bosque, en las afueras del pueblo, era bastante largo. Gosia estaba ya tan cansada, que sentía que jamás llegaría, cuando en el camino apareció el hombre más hermoso que había visto en su vida, rubio y de ojos azules, montado sobre un caballo blanco. Fue así como Gosia conoció a Mieszko, quien la acercó donde la murmuradora, montándola sobre su caballo.

Gosia inició sus prácticas, aprendiendo a curar con hierbas y métodos naturales, y apoyando a la murmuradora con los preparativos para la Fiesta de la Primavera, que se realizaba la noche del equinoccio. Durante esa festividad se invocaba al dios Yarilo para que fertilizara la tierra con su lluvia. Por eso era malo que lloviera antes de la fiesta. Cierta vez, viendo que las nubes estaban cargadas, la murmuradora tiró harina por la ventana. De esa manera, le explicó a Gosia, se les hacía una ofrenda a los planetnicy, pidiéndoles que aún no hicieran llover. Gosia, como joven escéptica criada en la capital, no se imaginaba que esas creencias aún estuvieran vivas.

La presión para que Gosia, quien alardeaba de su ateísmo, creyera en los dioses, era muy fuerte. Cierta vez, cuando regresaban del bosque, la murmuradora le dijo:
„- Los dioses son mucho más reales de lo que te imaginas”. *
Y luego agregó:
„- Los dioses son malos y vengativos. Pedirán por ti. Recuerda mis palabras”. *
Otra vez la abordó en la calle un anciano maloliente, quien la cogió fuertemente del brazo, preguntándole si creía en los dioses. Gosia le dijo que no, a lo que él le respondió:
„- Pues pronto creerás. (…) Ojalá tu elección sea sabia. Si no te arrepentirás”. *
Gosia le envió un mensaje a Sława, advirtiéndole que se cuidara, a lo que ésta respondió que se trataba del señor Witek, un personaje inofensivo.

Hasta que llegó el día de la Fiesta de la Primavera. Gosia y la murmuradora habían armado un puesto, en el que, conforme a la tradición, vendían pisanki, vale decir huevos pintados. De pronto Gosia, quien se encontraba sola junto al puesto, se percató de que a su lado había un hombre, vestido de negro, a quien no había sentido llegar. El hombre, quien se presentó como Veles, la amenazó diciendo lo siguiente:
„- Mi advertencia es la siguiente. (…) Si no haces lo que te ordene, lo lamentarás amargamente, tanto tú, como tus seres queridos”. *
Aclaramos que Veles era el dios tricéfalo, que gobernaba Navia, el mundo de los muertos. Amante de los caballos negros, solía presentarse bajo la forma de un halcón.
Gosia creyó que se trataba de un loco más. Pero al voltearse se percató, que éste súbitamente había desaparecido. La chica vio tan sólo a un halcón volando hacia las nubes.
Finalizada la fiesta, los pobladores del pueblo se esparcieron, llevando cada quien, una vela o lamparín con el fuego festivo a sus casas. Los invocadores y murmuradoras  de varios lugares, partieron a encontrarse en su propia fiesta, en la cima del cerro Łysa Góra. Al cabo de un rato, Gosia, quien acompañaba a Baba Jaga, sintió que se mareaba y, creyendo que era a causa del licor bebido, se apartó del grupo.

Y entonces Gosia tuvo su primera visión. Vio al vikingo Dagome partiendo a dirigir la batalla contra la tribu de los veletos. Y simultáneamente supo que Dagome era Mieszko, sintiendo su furia y su deseo de sangre. Antes de la batalla Siemomysł, el príncipe de los polanos, le entregó un odre, diciéndole que contenía una infusión de la flor de helecho, que su hija Ote había conseguido especialmente para él.
Siemomysł, quien no tenía descendencia masculina, le había prometido, que en caso de ganar la batalla, lo convertiría en su hijo. Ahora, ante la respuesta de Mieszko, quien dijo no creer en esas supersticiones, respondió:
„- Si quieres ser un gobernante eterno, lo creerás”. *
Gosia vio como Dagome bebía la infusión. Vio luego el desarrollo de la batalla y a Drogowit, príncipe de los veletos, clavando la propia espada de Dagome en su corazón. Vio también como, luego de haber caído muerto a los pies de Drogowit, Dagome se levantaba de entre los cadáveres de sus compañeros de armas, bajo el chillido de las aves de rapiña que sobrevolaban el campo de batalla.
Gosia despertó bruscamente, sintiendo que Mieszko la sostenía. Entonces, sin decirle nada jaló de su blusón y al tocar su pecho, palpó la cicatriz que se extendía a la altura del corazón.
„- ¿Quién eres? - preguntó sordamente”. *

La chica creyó que lo que había visto y sentido eran alucinaciones, debidas a las hierbas que los invocadores habían echado al fuego durante el aquelarre en Łysa Góra. Mieszko y la murmuradora comprendieron entonces que había llegado la hora de aclararle algunas cosas. La llevaron cuidadosamente a la casa de la murmuradora, donde en una habitación iluminada y sin ventanas, le hicieron saber que era una vidente. Vale decir una mujer que había nacido exactamente doce mil cuatrocientos cuarenta y cinco plenilunios, luego de la anterior vidente. Eso le daba la capacidad de ver en visiones cosas que habían sucedido en el pasado, así como también a los dioses, semidioses y monstruos del universo eslavo. Por lo tanto todo lo que había visto era cierto. El Mieszko que conocía era el mismo, quien hacía más de mil años, había dirigido la batalla contra los veletos.

Gosia se negaba a creer en todo lo que le decían, cuando repentinamente se apagaron las luces y se escuchó una vocecita desde la oscuridad. Era uno de los pobrecillos, espíritus del hogar, quien manifestó querer transmitir a la vidente un mensaje de Swarożyc, dios del fuego. El mensaje era el siguiente: Swarożyc no tenía ningún plan para con ella y le deseaba suerte en su búsqueda. Finalmente la vocecita dijo:
„- Swarożyc dice que la cacería justo ha comenzado. Aconseja también elegir cuidadosamente a tus amigos”. *
Gosia no entendió de que cacería se trataba. La murmuradora le aclaró rápidamente que de la de la vidente, vale decir, de ella misma. Y es que sólo una vidente podía encontrar la flor de helecho, la que florecía en la noche del solsticio de verano, la noche de Kupala. Flor que otorgaba poder, riqueza, felicidad e incluso la inmortalidad, a quien bebiera su infusión. Flor detrás de la cual estaban dos dioses muy poderosos del panteón eslavo. Veles, quien gobernaba el inframundo y las sombras de la noche. Y Sviatovit, el dios de cuatro rostros, que montaba un caballo blanco y solía mostrarse bajo la forma de una paloma. Su dominio era el día. Pero el poder que tenían no les bastaba, querían ser el uno más poderoso que el otro.
Al día siguiente la murmuradora le dijo:
„- Una vidente nace exactamente veinticuatro años antes de la aparición de la flor, para que pueda encontrarla cuando ella misma esté en la flor de su juventud. Es lo que dice la leyenda”. *
Esa era exactamente la edad que tenía Gosia, quien pensó en fugarse a algún lugar lejano, como por ejemplo, Australia. Pero la murmuradora le dijo:
„- La flor te encontrará. (…) No escaparás a tu destino”. *

Gosia se encontró pues entre dos fuegos. Ambos dioses le enviaban a sus emisarios, exigiéndole la entrega de la flor. Siendo los emisarios de Veles realmente malévolos, mientras que no así los de Sviatovit.
Cierta vez Gosia fue atacada por un vampiro. Pero a pesar de que éste la mordiera y bebiera su sangre, ella no se convirtió en vampira. Pues para que eso sucediera, él debía beber toda su sangre. El vampiro le hizo prometer que entregaría la flor a Veles. Y es que Gosia se encontraba totalmente sometida a su voluntad, hipnotizada por sus ojos gatunos. En eso apareció Mieszko, quien había prometido protegerla, disparándole balas de plata al monstruo. Cuando el vampiro se hizo humo, Gosia perdió el conocimiento.

Gosia llegó a entrevistare con ambos dioses, reconociendo en Sviatovit al anciano maloliente que la abordó cierta vez delante de su casa. Asoció entonces que Witek era el diminutivo de Sviatovit. A ambos les prometió la flor, pidiendo que mantuvieran su promesa en secreto, para que el otro dios no se enterara y no la matara antes de tiempo. También le prometió secretamente la flor a Mieszko, quien agotado, luego de más mil años de vida, deseaba ser nuevamente mortal…



* Katarzyna Berenika Miszczuk, „La murmuradora”
Traducción: Isabel Sabogal Dunin-Borkowski

(Nota: las citas van sin número de página, pues la novela fue leída en formato electrónico. Tecnología de lectura apropiada en época de pandemia).

Ficha bibliográfica:
Katarzyna Berenika Miszczuk: „La murmuradora” (Szeptucha)
Serie: „La flor de helecho” (Kwiat paproci)
Varsovia, Editorial W.A.B., 2016
Número de páginas: 416
Idioma: Polaco