miércoles, 17 de junio de 2020

Sobre la novela "El invocador" de Katarzyna Berenika Miszczuk

Esta será un breve reseña de la novela „El invocador”, tercer volumen de la serie „La flor de helecho” de Katarzyna Berenika Miszczuk. Sugerimos al lector leer primero las reseñas del primer y segundo volumen de la serie, para facilitar la comprensión del texto.

Pasada la noche de Kupala, Gosia se fue a vivir a Bieliny con Jarogniewa, la murmuradora. Mszczuj, el invocador del pueblo, había muerto aquella noche defendiendo a Gosia de los ataques de la estriga Ote. Ahora que estaba muerto, Jarogniewa recordaba su lado bueno, olvidándose de todos los rencores que, durante años, los mantuvieron separados. Tan es así que fue tardíamente que Gosia se enteró que eran esposos. Ambas iban a visitar su tumba en el cementerio de invocadores y murmuradoras que se encontraba en medio del bosque.
En cuanto a Mieszko, partió a enterrar los restos mortales de Ote, considerando que hacía más de mil años fue su esposa. Los días se sucedían y él no daba señas de vida. 

Al poco tiempo se realizó la consagración del nuevo invocador del pueblo. Se trataba de un joven, llamado Witosław, que llegó para tal fin de la ciudad de Cracovia. La murmuradora se mostró molesta al comienzo, porque no le consultaron al elegir al candidato para el cargo. Pero luego consideró que Witek, pues ese era el diminutivo del joven, era un buen partido para Gosia. Sin embargo, al ver su sonrisa, la chica la asoció, sin saber porqué, con la figura de un lobo.
La murmuradora declaró necesitar un respiro y partió en peregrinación, dejando a Gosia a cargo del consultorio.
Luego de un concierto en Kielce, al que asistió con Witek, el joven le comentó que estaba distanciado de su familia. Era una familia de arquitectos, que hubiese querido que él siguiera esa senda, pero él escogió otro camino.

Cierta noche, Gosia tuvo en sueños, una visión mucho más vívida que las anteriores. Vio a Mieszko, llegando a su morada en Ostrów Lednicki y encontrando a Ote, su esposa, muerta. Sintió su dolor y desesperación. Lo vio cumplir al día siguiente con el ritual establecido, frente a la pira funeraria que demoraba en prenderse. Y lo vio luego partiendo con su hijo Boleslao hacia la ciudad de Gniezno. Allí, luego de revelarle que no era su padre biológico, le dijo: 
„Un hombre debería tener sólo una vida. (…) Ya estoy cansado de la guerra y la política. (...) Serás el nuevo gobernante. Estos ya no son mis tiempos. Tú mismo dijiste que mi aspecto empieza a llamar la atención. Pronto no podré controlar los rumores. Es hora de acabar con eso”. *
Boleslao al inicio se opuso, sin imaginarse cómo asumir el cargo de alguien, que seguiría eternamente vivo. Pero Mieszko ya había ideado una estrategia. Se haría pasar por enfermo unos días, luego de los cuales Boleslao lo declararía muerto. Quemarían después el cuerpo de un campesino que se le pareciera en la pira funeraria, erigiendo un túmulo correspondiente al rango de un príncipe.
En cuanto a Mieszko, partiría a recorrer el mundo y vengar a Ote, a quien creía muerta por una poludnica. Y es que quería „irse antes de que fuera demasiado tarde, antes de perder completamente la razón”. *

Gosia despertó de su visión por unos golpes en la puerta de la casa. Era Mieszko, quien  por fin, había reaparecido. Éste le contó que había cumplido, si bien con ciertas dificultades, con enterrar a Ote, vendido su casa en Gniezno y comprado una en Bieliny. No alcanzó a decirle que era la casa colindante a la del consultorio de la murmuradora, pues llegó repentinamente Witek. Así fue como se conocieron sus dos pretendientes.

El tercer pretendiente era Swarożyc, dios del fuego, quien le salvó la vida, protegiéndola de la cólera de Veles y Sviatovit, la noche de Kupala. Ahora se le aparecía en los momentos más inesperados, en el bosque o cuando había fuego cerca, ya fuera el de una vela o el de la cocina. E incluso llegó a poseerla en medio del sueño, fingiendo ser Mieszko. Y es que, como le dijo él mismo, no era sólo el dios del fuego físico, sino también del fuego de la pasión. Llegó a exigirle que abandonara a Mieszko, cuando éste yacía inconsciente, habiendo caído bajo el encanto de unas nocnice, espíritus nocturnos, que lo habían atacado por encargo del mismo Swarożyc. Gosia se negó a hacerlo, invocando la ayuda de la diosa Mokosz, quien despertó a Mieszko. Mientras que Mokosz trataba de mantener el equilibrio, su hermano Swarożyc introducía el caos. Y en medio de esa danza, esa lucha eterna entre ambos dioses, se encontraba Gosia.
Viendo que la joven no abandonaría a Mieszko, Swarożyc le exigió que, como pago de  la deuda, matara a alguien. Pero no le dijo a quién ni cuándo.

Cierta noche la buscó un chmurnik, ser eólico nacido de la unión de los vientos del Sur y del Este en las estepas de Oriente. La guió al cementerio en medio del bosque. Allí un conjunto de seres sobrenaturales, rusalki y poludnice, rendía un homenaje póstumo al planetnik Radek, quien había sido muerto por un humano de identidad desconocida. Gosia distinguió a las dos wily, espíritus de muchachas muertas en la flor de su juventud, que conducían a la locura a los hombres, Borka y Tomira. Era el segundo ser ligado a lo sobrenatural que moría asesinado en poco tiempo. El anterior había sido un utopiec. Había pues un cazador de estos seres, rondando por el bosque. 
Sława estaba preocupada por Gosia, pues si bien, cómo le confesó, se había hecho su amiga para espiarla por encargo de Sviatovit, había llegado a quererla sinceramente. Y sabía que los seres sobrenaturales estaban resentidos con ella, pues la culpaban de la desaparición de Radek, luego de la noche de Kupala. Tampoco le perdonaban la muerte del vampiro y de la estriga Ote, que Gosia, conjuntamente con Mieszko, habían provocado. Gosia no podía comprender esa actitud, pues lo había hecho en defensa propia. ¿Acaso sospechaban que fueran ellos los cazadores?

Hasta que llegó la noche del equinoccio de otoño y con el la Fiesta de la Cosecha. Durante el festín que siguió al ritual, realizado por Witek, Gosia percibió con todo su ser, que Sława estaba en peligro. Guiada por su intuición, llegó corriendo a un bosquecillo,  cerca a la casa del invocador, seguida de Mieszko. Distinguió a Sława malherida y escuchó la voz del cazador que decía:
„- No deberías existir”. *
Y luego:
"- Dios me ordenó hacerlo. Me habló, enviándome una visión. Me protegerá. Y luego mataré a tus hermanas. A una tras otra”. *
Gosia le lanzó una piedra, con el afán de defender a su amiga. Éste se volteó, clavando el estilete, que estaba destinado para matar a Sława, en su vientre. Recién entonces, el cazador desesperado, se percató de a quien, sin querer, había herido. Y es que el cazador era Witek. Mieszko lo tumbó de un golpe en la cabeza.
Antes de perder la conciencia, Gosia pidió que llamaran una ambulancia, pues estaba encinta, cosa que ni Mieszko sabía…

* Katarzyna Berenika Miszczuk, „El invocador”
Traducción: Isabel Sabogal Dunin-Borkowski

(Nota: las citas van sin número de página, pues la novela fue leída en formato electrónico. Tecnología de lectura apropiada en época de pandemia).

Ficha bibliográfica:
Katarzyna Berenika Miszczuk: „El invocador” (Żerca)
Serie: „La flor de helecho” (Kwiat paproci)
Varsovia, Editorial W.A.B., 2017
Número de páginas: 496
Idioma: Polaco

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