sábado, 27 de junio de 2020

Sobre la novela "Solsticio" de Katarzyna Berenika Miszczuk

Esta será una breve reseña de la novela „Solsticio”, cuarto volumen de la serie „La flor de helecho” de Katarzyna Berenika Miszczuk. Sugerimos al lector leer primero las reseñas del primer, segundo y tercer volumen de la serie, para facilitar la comprensión del texto. El libro está plagado de conversaciones con los dioses, leyendas narradas por los personajes, seres sobrenaturales y diversas aventuras. No es posible presentar todo en esta reseña, así que nos centraremos en algunos temas puntuales. 

La herida que Gosia recibió en pleno vientre, se curaba demasiado rápido para los estándares médicos. Tan es así que Jarogniewa, la murmuradora, vino a recogerla antes de tiempo, temiendo que el médico entrara en sospecha de que algo raro sucedía y la sometiera a un sinnúmero de análisis. Análisis que no aclararían nada, pues rociarse el vientre con la infusión de flor de helecho, no entraba dentro de los parámetros médicos. Al salir del hospital, Gosia debió fingir estar peor de lo que estaba, para no llamar demasiado la atención.

Mirka, la mamá de Gosia, le insistía en que viajara a Varsovia, pues tenían que hablar personalmente. Pero la chica no viajaba, por lo que finalmente conversaron por teléfono, a pesar de las reticencias de la mamá, quien decía que „ellos escuchan todo”, sin especificar quiénes eran esos „ellos”.
La madre le contó que una estriga maldijo a la familia, hace muchísimo tiempo, diciendo: „Las mujeres de nuestra familia han sido malditas. Cada una de nosotras nace con dos almas. Debe concebir una hija, para transmitirle su alma adicional, como quien transmite una enfermedad. La madre entonces queda fuera de peligro, pero la hija será maldita, hasta el momento, en el que ella misma, tenga una niña”. *
Al escuchar eso, Gosia cobró conciencia de que, efectivamente, procedía de una familia de hijas únicas. Tanto ella misma, como su madre, su abuela, su bisabuela y le parecía que también su tatarabuela, habían sido hijas únicas.
Pero, dijo la mamá, ella no quería esa suerte para su hija, por lo que pidió ayuda a los dioses. Y uno de ellos respondió. Veles, dios del Inframundo y de las almas difuntas, protector del ganado y de las promesas.
“- Me prometió que mi hija no se convertirá en una estriga, que la maldición será quebrada”. * - continuó.
A cambio de eso Veles le hizo prometer, que enviaría a su hija a Bieliny, cuando fuera a cumplir los veinticuatro años. Le importaba específicamente que estuviera allí durante la noche de Kupala. Le dijo además que no debían temerle al fuego, ni ella, ni su hija.
En medio de la conversación, Gosia preguntó quién era su padre. Pues tan sólo sabía que había sido concebida en Bieliny, de donde su mamá se fugó, estando encinta, hacia Varsovia.
„- Si te entiendes tan bien con los dioses, pregúntale todo a Veles” * - le respondió su madre.

La negativa a revelarle el nombre de su padre, hizo sospechar a Gosia sobre la naturaleza de éste. ¿No sería acaso uno de los dioses?
La chica le pidió entonces realizar el ritual de prueba de paternidad a Jarogniewa. La murmuradora accedió e invocó al “dios Rod, protector de la familia y a sus tres hijas, las rodzanice, quienes después del nacimiento de un niño, trenzan su destino y deciden si su vida será larga y feliz”. *
Gosia sintió detrás suyo, los pasos de las tres hijas divinas, quienes habían acudido al llamado. Pero sabía que no debía voltearse a mirarlas. Luego de hacer gotear su sangre al agua, la chica debía decir el nombre de un solo sospechoso. El huevo de cuco, saliendo a flote sobre el agua, le respondió que Swarożyc no era su padre.

Siguiendo el consejo de su madre, Gosia fue a buscar a Veles. Sabía que lo hallaría junto al árbol cósmico que se encontraba a la entrada de Wyraj o Navia, la región de los muertos. De los humanos, sólo Gosia, como vidente, podía ver el árbol. La chica lo tocó, asombrándose de la calidez de su corteza.
“- El árbol te aceptó” * - dijo asombrado Veles.
Gosia le preguntó si era cierto que, luego de muerta, se convertiría en una estriga. A lo que el dios le respondió:
“- Si mueres antes del parto, te convertirás en una estriga”. *
Pero, dijo, Gosia ya había iniciado el proceso de cura de la maldición, al echarse la infusión la flor de helecho en el vientre. Él no se sentía engañado, por no haber recibido la flor, pues ahora ella había venido a verlo, con la flor de helecho dentro suyo. Y no quiso decirle el nombre de su padre, pues como una vidente muy poderosa, debía descubrirlo por sí sola. Finalmente Gosia le preguntó por Swarożyc.
„- A Swarożyc le interesa el caos” - le respondió Veles - „No le gusta el orden reinante en el mundo. Cuidate de él. Si necesitas mi ayuda, ven acá”. *

Las visiones de Gosia, que hasta entonces se mantenían en un plano diferente a la realidad, ahora llegaron a entremezclarse con ella. Anteriormente, la chica despertaba de las visiones, por más vívidas que fueran, como quien despierta de un sueño. Pues además, la mayoría de visiones, le venía en sueños.
Ahora despertaba de un sueño recurrente, mojada por la lluvia y con las medias embarradas. En la visión del sueño, un grupo de hombres, con ropajes de diversas épocas, partía de cacería. Se escuchaba el sonido de los cuernos y el ladrido de los perros. Gosia distinguía a Radek, quien erguido sobre una nube, lanzaba un rayo al Żmij, la serpiente mítica, hecha de piedra y niebla. Y, sin embargo, era consciente de que Radek ya pertenecía al mundo de los muertos.
La primera vez que despertó de la visión, se la comentó a Mieszko, quien le dijo, que aparentemente había visto la Cacería Salvaje. Y lo explicó de esta manera:
„- La Cacería Salvaje está conformada por almas condenadas. Cualquiera puede entrar en sus filas, pero será condenado y ya nunca cruzará las puertas del más allá. (…) En mi tierra la llamaban la Persecución Salvaje y se creía que el mismo Odín la dirigía. (…) Cruza el mundo, cazando continuamente. Su aparición anuncia la muerte o la guerra…”  *
Recordemos al lector, que Mieszko, como vikingo, procedía de la península escandinava y, que al decir „mi tierra” se refería a esa parte del mundo.

Gosia daba por supuesto, que al participar de las visiones, podía verlas, sin ser vista. Pero sucedió que, durante cierta visión sucesiva, el jefe de los cazadores, la distinguió. El hombre bajó de su caballo y se le acercó, presentándose como el atamán, vale decir jefe militar cosaco, Matwiej Mazepa.** Gosia se sentía avergonzada, pues se había quedado dormida medio desnuda, y sus pechos traslucían a través del camisón mojado por la lluvia. Trató de taparlos con su cabello, al ver el interés del atamán en ellos.
Después de que Gosia se presentara como la mayor vidente de todos los tiempos, Matwiej le dijo, instándola a que se les uniera:
„- Si en el camino de la Cacería Salvaje, aparece un cazador o guerrero solitario, éste deberá ingresar inmediatamente en sus filas”. *
Pero a la pregunta de Gosia sobre si las mujeres podían ingresar, el atamán le respondió: 
„- No. Las mujeres no pueden ser cazadores valerosos”.
Gosia quedó, pues, fuera de peligro.
Sin embargo, cada mañana despertaba agotada, luego de las conversaciones interminables que sostenía durante el sueño con el atamán, quien ya había llegado a confesarle secretos de su niñez. Y Gosia no tenía con quien comentarlo, pues Mieszko había partido a Gniezno, por unos días. Días que, por cierto, se iban prolongando.

Mieszko partió, luego de recibir un oficio de la Oficina Sacerdotal de Gniezno, en el que le pedían que se presentase en el lapso de cinco días, para regularizar su situación como invocador de Bieliny. Cargo que no le interesaba y al que jamás había postulado. Si bien era cierto que había llegado al pueblo, para formarse como invocador donde Mszczuj. Pero ese era tan sólo un pretexto, pues en realidad, había llegado a Bieliny, para estar cerca de la vidente que encontraría la flor de helecho. Sin embargo, resultó que Mszczuj, antes de morir, había enviado una carta a la Oficina Sacerdotal, en la que alababa a Mieszko, su discípulo, recomendándolo para el cargo. Ahora que Mszczuj estaba muerto y Witek desaparecido, la Oficina referida convocó a Mieszko, pues se acercaba el Día de los Muertos, Dziady. Y se requería de un invocador que suplicara a Veles, a que dejara salir a las almas de su reino, para visitar sus tumbas aquel día. Tumbas, junto a las cuales, estarían sus seres queridos.
Mieszko partió para Gniezno, con la intención de negarse a asumir el cargo. Pero había falta de vocaciones, pues la gente creía cada vez menos en los dioses. Finalmente acordaron que Mieszko se haría cargo del Día de los Muertos y de la Fiesta Dadivosa, la del solsticio de invierno, y que luego mandarían un reemplazo. 

¿Y qué había pasado con Witek? Éste, luego de haber muerto por el golpe en la cabeza que le propició Mieszko, se convirtió en un spaleniec. Un ser hecho de fuego, al servicio de Swarożyc, que se consumía eternamente y que quemaba todo a su alrededor. Tan es así, que llegó a secar una pequeña laguna, en la que lo sumergió Mieszko, con la intención de ahogarlo.

En una de sus apariciones, Swarożyc, dios del fuego, prometió ayudar a Gosia con el manejo de las visiones, a cambio de un beso. Efectivamente, en la próxima visión se le apareció Ote, quien tildándola de estúpida, le dio algunas indicaciones. A partir de las mismas, Gosia pudo seguir a una joven, en quien reconoció a su madre, cuando tuvo una visión de ella. La vio entrar en el bosque y sentarse en la banca delante de la cabaña de los cazadores. La escuchó invocar a los dioses. Vio a Veles, acudiendo a su llamado. Escuchó la conversación entre ambos y la promesa del dios del Inframundo. Los vio luego entrando juntos a la cabaña. Supo así que Veles era su padre.

Finalmente Swarożyc le dijo a quién debía matar, para saldar su deuda. Se trataba de Veles y debía hacerlo en la noche de la Fiesta de los Muertos. 
Esa noche Gosia le hizo creer a Swarożyc, que había matado al dios del Inframundo, al mostrarle su sangre en el estilete de Jurata, que el mismo Swarożyc alguna vez le había dado. Después, gracias a los conjuros del cuaderno de Radomiła, abuela de Jarogniewa, Gosia logró encerrarlo en un círculo. Luego, con la ayuda de los espíritus de las mujeres, que alguna vez fueron sus víctimas, le dio muerte con el mismo estilete, única arma capaz de matar a un dios.
Entonces se percató de que a su lado estaban Veles y Sviatovit, dios del día. Con Veles era que había armado la estrategia para engañar a Swarożyc. Veles se había dejado herir en el hombro, para que Gosia pudiera así mostrar su sangre, en el estilete de Jurata. 
Las estrigas estaban ligadas a Swarożyc y ahora que éste había muerto, la maldición quedó definitivamente quebrada, le explicó Veles. Pero como había que mantener el equilibrio y la gente aún creía en Swarożyc, el próximo dios del fuego, sería el niño que Gosia llevaba en su vientre. Por primera vez, luego de siglos, nacería un varón en su familia. Gosia pues, era hija de un dios, y sería madre de otro. Pero ella misma no era una diosa, pues como le aclaró Veles en una conversación anterior, sólo una cantidad limitada de dioses, mantenía el mundo en equilibrio.

Finalmente, el mismo día de la Fiesta Dadivosa, correspondiente al solsticio de invierno, Gosia y Mieszko se casaron en el templo de Bieliny. Estuvieron presentes los pobladores del pueblo, la mamá de Gosia, quien llegó para tal fin de Varsovia, así como Sława, acompañada de otros seres sobrenaturales. Y en un rincón al fondo, Gosia creyó distinguir las sombras de los dioses.
Demás está decir que Mieszko, quien finalmente había recuperado su mortalidad, quedó como el invocador del pueblo de Bieliny. En cuanto a Witek, el spaleniec, al llamado de Gosia, el atamán se lo llevó con la Cacería Salvaje…

* Katarzyna Berenika Miszczuk, „Solsticio”
Traducción: Isabel Sabogal Dunin-Borkowski

(Nota: las citas van sin número de página, pues la novela fue leída en formato electrónico. Tecnología de lectura apropiada en época de pandemia).

** Aclaramos al lector ajeno a la cultura polaca, que este es un guiño de la autora a la tragedia en verso del poeta Juliusz Słowacki, cuyo héroe titular, Iván Mazepa, era un atamán cosaco.

Ficha bibliográfica:
Katarzyna Berenika Miszczuk: „Solsticio” (Przesilenie)
Serie: „La flor de helecho” (Kwiat paproci)
Varsovia, Editorial W.A.B., 2018
Número de páginas: 464
Idioma: Polaco




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