El día de hoy hablaremos sobre la literatura escrita por mujeres a través de la historia. Para ello me he centrado en presentar la obra de dos autoras, una de las cuales obtuvo el Premio Nobel de Literatura, el galardón máximo en el ramo. A continuación comentaré la obra de Pearl Buck, premio Nobel de Literatura 1938, y de Alejandra David-Neel. He escogido los nombres de estas autoras y no de alguna del ámbito latinoamericano o andino, porque considero que habiendo tenido la oportunidad de nutrirme de la savia de varias culturas es mi deber el acercar la riqueza de unas a las otras.
Pearl Buck, narradora norteamericana, premio Nobel de Literatura 1938, autora de muchas novelas y relatos sobre la China, país en el que pasó gran parte de su infancia y al que retornó como mujer adulta. Carmen Virgili nos dice de Pearl Buck: "Su niñez transcurrió en China, y allí volvió después de terminar sus estudios en los Estados Unidos, para acercarnos a ese lejano Oriente, para ofrecernos, a través de sus obras, una visión auténtica de sus realidades más íntimas. Incluso ha querido traducir para nosotros la novela clásica china Shui Hu Chan, escrita en el siglo XIII".
Si bien Alejandra David-Neel jamás obtuvo el premio Nobel ni se movía en los círculos literarios de occidente he decidido incluir su nombre en este comentario por algunos rasgos paralelos que noto entre su obra y la de Pearl Buck. Alejandra David-Neel era francesa y la lengua en la que escribía era el francés. Ingresó al Tibet en una época en la que este ingreso estaba vedado a los extranjeros. Estamos hablando de los años '20. Aprendió el tibetano y llegó a complementarse plenamente con esa cultura, estudiando y practicando la religión del lugar, el budismo. No teniendo hijos propios, adoptó y crió a un niño tibetano, quien posteriormente sería conocido como Lama Yondgen, con quien escribió algunas de sus obras. Escribió más de cuarenta libros, entre ensayos y novelas. Su obra más conocida es “Místicos y magos del Tibet.” Llegó a vivir ciento un años, ya que nació en 1868 y murió en 1969. Así como Pearl Buck acercó a occidente las maravillas de la cultura china, escribiendo en una lengua occidental como es el inglés, así Alejandra David-Neel dio a conocer en Occidente la cultura tibetana, describiendo ese mundo en francés.
Salvando las distancias, podríamos compararlas de alguna manera con José María Arguedas, quien mostró al mundo criollo lo vigente y maravilloso del mundo andino. Estas tres personas sirvieron de puente entre las culturas en las que se habían criado o a las que pertenecían. Puesto que, así como dije en la presentación de mi novela “Entre el Cielo y el Infierno, un Universo dividido” en 1989: “Aquellos que nos hemos criado a caballazo entre varias culturas, sabemos que la realidad no es algo concreto y tangible, sino una materia informe que vamos modelando día a día, como si reconstruyéramos eternamente el jardín del Edén.” Y aquí pasamos a otro tema fundamental que es el del idioma en el que uno escribe. Para la gran mayoría de escritores el idioma es algo que ya está dado de por si, no es algo que se elige. Pero hay algunos casos, en los que tenemos la capacidad de elegir el idioma en el que escribiremos e incluso de cambiar de idioma literario. Arguedas se decidió finalmente por el castellano para mostrar el mundo quechua a otras gentes. Pearl Buck pudo haber escrito en chino, porque lo hablaba desde niña, pero se decidió por el inglés para mostrar el mundo chino que tanto amaba. Alejandra David-Neel fue la única europea que durante años vivió en el Tibet, en una época en la que este país estaba totalmente aislado de los demás y la única lengua en la que se comunicaba era el tibetano. Sin embargo se decidió por escribir en francés, para dar a conocer ese mundo que tanto amaba. Y aquí pasamos a preguntarnos cuál es la importancia de dar a conocer una cultura o un mundo que se ama a otro. Y responderé con una cita de Hans Urs von Balthasar: „Ahora bien, sentir algo como plenamente real es amar. El amor nos despierta a la realidad de nosotros mismos, a la realidad de los demás, a la realidad del mundo... y a la realidad de Dios. Nos amamos a nosotros mismos por cuanto nos sentimos reales. Y no amamos - o no tanto como a nosotros mismos - a los demás seres que nos parecen menos reales.” Y estas palabras cobran más fuerza en estos momentos cruciales por los que atraviesa el país, luego del informe de la Comisión de la Verdad. Bien, volviendo al tema de la importancia del idioma mencionaremos algunos casos más de autores que se vieron forzados a cambiar de idioma para entrar en el cauce por así decirlo de la literatura universal. Mircea Eliade, autor de libros sobre una búsqueda de elementos comunes subyacentes a todas las religiones, no se hubiera hecho tan conocido, sino se hubiera pasado del rumano, su lengua materna, al francés. Lo mismo podemos decir de Vladimir Nabokov, autor de la famosa novela “Lolita”, quien se pasó del ruso al inglés. En cuanto a Witold Gombrowicz tradujo con la ayuda de sus discípulos su novela "Ferdydurke" del polaco al castellano para poder abrirse campo en el mundo hispano y trascender las fronteras de la lengua polaca. Pero el caso más drástico creo que es el de Arthur Koestler, quien comenzó escribiendo en húngaro, se pasó luego al alemán y de allí al inglés. Respecto a esto Arthur Koestler nos dice en su autobiografía: “Los escritores húngaros sólo podían asegurarse un amplio público emigrando y aprendiendo a escribir en la lengua de su país de adopción. Pero abandonar la lengua y las tradiciones nativas supone, en la mayor parte de los casos, la muerte del escritor como tal, que se transforma así en un periodista cosmopolita, sin rasgos profundos, o en un obrero de las letras. (...) Los que se quedaban en la patria estaban condenados a escribir para un público reducido, mimado y saturado. Los principales poetas y novelistas húngaros, desde 1920 a 1940, habrían ocupado un puesto de honor en la literatura de cualquier gran nación". He tocado el tema del idioma porque lo considero vigente acá, en nuestra realidad cultural. Muchos de los aquí presentes tenemos la capacidad de escribir en dos idiomas, ya sea el quechua y el castellano, o tal vez el aymara y el castellano, porque hay gente que ha llegado de Puno, y optar por uno de ellos. En mi caso personal fue entre el polaco y el castellano, ya que he escrito libros en los dos idiomas, pero finalmente opté por el castellano por ser ésta una lengua más universal.
Conferencia presentada por Isabel Sabogal con el título de "La literatura escrita por mujeres a través de la historia" en el III Encuentro Surperuano de Escritoras, en Cusco el 5 de setiembre del 2003 y en la que se habló también de la poetisa polaca Wislawa Szymborska, Premio Nobel de Literatura, 1996.
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