Hace poco
estuve leyendo la biografía de la
pintora polaca Zofia
Stryjeńska (1891 - 1976),
escrita
por Angelika
Kuźniak.
La lectura se hacía
a ratos difícil, por la minuciosidad de detalles, extraídos de los
diarios de la pintora en cuestión. Sin embargo presenta un suceso de su vida tan alucinante, que
no puedo dejar de compartirlo. El tema de la mujer que se hace pasar
por hombre para poder estudiar no es ninguna novedad. En Cracovia es
famosa la historia de Nawojka, quien se hizo pasar por un varón,
para ingresar a la Universidad Jaguelónica. Luego de ser descubierta
fue juzgada por un Fuero
Eclesiástico,
a cargo de un obispo, fuero
que
le perdonó la pena, debiendo ella ingresar a un convento, del cual,
con el tiempo, llegó a ser superiora. Pero eso sucedió a inicios
del siglo XV, es decir, hace exactamente seis siglos. Es conocido
también el relato “Yentl, el muchacho de la yeshiva” de Isaac
Bashevis Singer, en base al cual se hizo una película con Barbra
Streisand en el papel principal. Yentl es una
muchacha judía,
hija de un rabino. A la muerte de su padre se corta la trenza, viste
de varón y va en busca de una yeshiva, centro de estudios talmúdicos
y del Pentateuco, para poder seguir estudiando lo que su padre le
había enseñado en secreto. El relato abarca luego otros temas, de
naturaleza, podríamos decir, un tanto perversa. Pero no deja de ser
ficción. Y así como ésas hay otras historias, como la de la Papisa
Juana, narrada en la película “La Pontífice”, y seguramente
muchas más.
A estas alturas del
partido se nos hace difícil imaginar que una mujer tenga que hacerse
pasar por hombre para poder estudiar. Sin embargo Zofia
Lubańska,
pues ése
era el apellido de soltera de la pintora, lo
hizo en octubre del 1911, es decir hace apenas más de un siglo. Anteriormente había
estudiado ya en una escuela privada de Arte para mujeres en Cracovia,
pero no podía postular a la Escuela Nacional de Bellas Artes de esa
ciudad, ya que ésta abrió sus puertas a las mujeres recién en
1920. A la prestigiosa Escuela de Bellas Artes de Münich
tampoco podía postular, pero allí al menos nadie la conocía. Así que se
cortó el pelo, disfrazó de varón, viajó y se presentó con los
certificados escolares y otros documentos de su hermano Tadeusz. El
que lo hiciera, aparentemente,
con la complicidad de su familia, tratándose de la época, me parece
sencillamente admirable. Fue admitida como
hombre, asumiendo la identidad de su hermano.
El
hecho
de que en aquel entonces Cracovia formara parte del Imperio
Austrohúngaro le facilitaba las cosas, pues el alemán no le
resultaba
una lengua extraña.
Lo alucinante del
caso es que el engaño, teatro, o como queramos llamarlo, le durara
exactamente un año. En octubre del año siguiente, 1912, le escribió
preocupada
a su
madre, Anna
Lubańska,
porque
sus colegas de estudio empezaron a sospechar algo. Pero ni
siquiera de
que fuera mujer, sino tal vez hermafrodita. “Sobre todo los
franceses – le contaba
– que tienen olfato para las mujeres. Y los norteamericanos que
quieren boxear
conmigo en los recreos”. Pero lo peor de todo es que le llegó
el rumor de que pretendían desnudarla entre todos, para ver cómo
era la cosa. Y lo que más le preocupaba, según le escribió a su
madre, no era que vieran su desnudez, sino el lío legal que pudiera
darse,
por haberse presentado con documentos que no le correspondían. Su
madre se movilizó de inmediato, llevándole un vestido, una peluca
para que no la reconocieran en la calle, y sus verdaderos documentos.
Antes
de fugarse de Münich,
Zofia pasó por una capilla vacía, no como una pecadora arrepentida,
sino para pedirle a Dios talento y reconocimiento artístico, cosa
que logró en la Polonia de entreguerras...
Ficha bibliográfica:
Angelika Kuźniak: "Stryjeńska. Diabli nadali"
Wołowiec, Editorial Czarne, 2016
Número de páginas: 344
Idioma: Polaco
Ficha bibliográfica:
Angelika Kuźniak: "Stryjeńska. Diabli nadali"
Wołowiec, Editorial Czarne, 2016
Número de páginas: 344
Idioma: Polaco
Qué apasionante historia, mujer muy inteligente y también muy valiente.Me quito el sombrero que no uso.
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