miércoles, 18 de septiembre de 2019

Sobre "La enfermedad del hombre blanco" de Andrzej Pilipiuk

Está será una breve reseña del relato „La enfermedad del hombre blanco”, el cual forma parte del libro “Aparatus”, volumen cuarto de la serie “Los mundos de Pilipiuk”. En este relato se repite el motivo del doctor  Paweł Skórzewski, formando parte de un viaje al fin del mundo, así como el de su enfrentamiento, nuevamente con éxito, a fuerzas sobrenaturales.

Corría el año 1911. El doctor Paweł Skórzewski había abierto un pequeño consultorio en el distrito portuario de San Petersburgo. Siendo un distrito muy pobre, la mayoría de sus pacientes eran marineros, contrabandistas y prostitutas, así como sus parientes. O también jóvenes muchachos de buenas familias, quienes por falta de fondos mayores, iban a los burdeles del puerto, so riesgo de contraer alguna enfermedad vergonzosa.
El día en el que Aleksander apareció en su consultorio, el doctor creyó que se trataba de uno de ellos. Pero no, el chico se presentó como su sobrino, descendiente de una oveja negra de la familia, con quien los demás familiares habían roto el contacto. El joven llegó a pedir ayuda, desesperado por la desaparición de su hermano Fadej, quien partió como parte de una expedición “científica” hacia la Tierra de Francisco José, archipiélago ubicado, al igual que la Isla del Oso, en el Mar de Barents. Y ponemos científica entre comillas, pues no fue una expedición organizada por una institución oficial, sino por tres humildes estudiantes, que esperaban descubrir algo que les hiciera ganar renombre.
El doctor consideró que nadie es culpable de los pecados de sus ancestros, acogiendo al joven, como si de su hijo se tratara. Luego, valiéndose de sus contactos en el puerto, consiguió que Jefim Urwanko, antiguo contrabandista y paciente suyo, les alquilara por un precio módico su barquito para partir de viaje. Y el precio era módico, pues „Andrómeda”, ya que ese era el nombre de la nave, se encontraba en un estado deplorable. Tuvieron que hacerle algunos retoques y finalmente partieron, llegando finalmente al archipiélago. 
En una de las islas encontraron el cuerpo encadenado y calcinado de Fadej. A su lado se encontraban las páginas a medio quemar de su diario íntimo. En ellas decía que no podía permitir que la epidemia se expandiera. Pero, ¿de qué epidemia se trataba? Más allá hallaron los restos destrozados de la nave „El Príncipe Igor”, en la cual éste había partido con sus compañeros. De los otros chicos no quedaba ni rastro.
Aleksander comentó suspirando que se había quedado solo en el mundo. En respuesta el doctor lo amonestó, diciendo que con ese comentario lo estaba ofendiendo, ya que el clan de los Skórzewski, del cual el chico formaba parte, era amplio. Al enterarse de que el joven recién se había contactado con su tío, Jefim le dijo que tenía mucha suerte, pues el doctor era „un alma con corazón de oro y nervios de acero.” *
Siguieron pues rumbo hasta llegar al Puerto de Niżnyj Aniczensk, habitado por la etnia siberiana de los nénets. Allí fue que se enteraron de lo que había pasado con los compañeros de Fadej. Habiendo abierto una tumba solitaria en la Tierra de Francisco José, queriendo saber qué cultura la había habitado alguna vez, los tres chicos liberaron sin quererlo, al vampiro que reposaba dentro.
Ahora ellos mismos eran vampiros, transmitiendo su naturaleza a las víctimas de sus mordiscos. Esa era la epidemia de la que hablaba Fadej, quien en su afán por no difundirla, se había encadenado a una roca, muriendo calcinado por el sol.
En cuanto a sus compañeros y al vampiro liberado, partieron en búsqueda de sangre fresca, que requerían para  nutrirse. Así fue como llegaron a Niżnyj Aniczensk, el lugar habitado por el ser humano más cercano al archipiélago. Ahora el grupo de vampiros se iba ampliando. Frente a la emergencia el doctor ideó una estrategia, que comunicó a Oleg, el representante del poder central en el lugar. 
Ataron a un palo a un hombre del pueblo, recién muerto, antes de que éste se transformara totalmente en vampiro y huyera con sus semejantes. Y efectivamente, los siete vampiros restantes, picaron el anzuelo. Mientras se acercaban a liberarlo, Skórzewski y su sobrino les dispararon con balas hechas de plata derretida, extraída de las monedas zaristas, que destrozaron para tal fin. Y como sabemos, la plata es el metal que mata a los vampiros. 
Los monstruos malheridos trataron de fugarse, pero los alcanzó la ráfaga de agua, lanzada por Urwanko. El agua se congeló encima de sus cuerpos, impidiéndoles moverse. Sabiendo que los vampiros no resisten la luz, el doctor y Aleksander los alcanzaron, llevando lámparas de carburo, seguidos de los nénets, armados de arpones y monedas de plata. Éstos ataron a los vampiros, metiéndolos luego en siete fosas, que habían sido cavadas para tal fin, a las que iban vertiendo agua de vez en cuando, para mantener firme el hielo.
Al ver acercarse el amanecer, los vampiros intentaron pertractar, pidiendo que los liberaran. Uno de ellos trató de hacer la señal de la cruz, implorando que los remataran antes de que salga el sol. Sin embargo, hubo que esperar a que el día avanzara por el horizonte, para que estuvieran más debilitados.
Entonces Oleg se acercó por detrás, vertiendo medio litro de queroseno en cada fosa, para prender después fuego a los vampiros. Estos aullaban desesperadamente, siendo calcinados por doble partida, por el sol y por el fuego. En su vida entera el doctor Paweł Skórzewski no había visto nada tan espantoso.
„- La enfermedad del hombre blanco - murmuró (...) - Etiología desconocida. La sintomatología no califica para publicaciones científicas. Actualmente no existen métodos curativos. Y sin embargo, una vez más gané. El peligro de la epidemia ha sido revertido.” **



* Andrzej Pilipiuk, „Aparatus”, p. 210
** Op. cit., p. 237
Traducción: Isabel Sabogal Dunin-Borkowski

Ficha bibliográfica:
Andrzej Pilipiuk: „La enfermedad del hombre blanco”
Libro: „Aparatus”
Serie: „Los mundos de Pilipiuk”, volumen IV
Lublin, Editorial Fabryka Słów. 2018
Idioma: Polaco

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