Caso semejante al de Carlos Quenaya, Magdalena Chocano o Frido Martin, poetas peruanos sin territorio específico; salvo su
propia vocación, devoción, terquedad o secreto íntimo. De este modo ha nacido y se ha ido desarrollando la poesía de Isabel (Elka) Sabogal. Poeta brotada, entonces, luego de un acuerdo nocturno con sus ángeles, asimismo, desterritorializados. Es decir, y en su caso específico, donde el medioevo polaco, que ya es decir bastante por lo tenaz y antiguo, dialoga con la waka en que se ha convertido la propia poesía de Isabel. Esto último, a costa de encuentros reales, para nada imaginarios, con los duendes que usualmente la visitan como, asimismo, la convivencia con las telas de su abuelo, y todo el ambiente del indigenismo, el pintor José Sabogal. Y el asunto principal que salvan y plasman todas aquellas vocaciones, en su recorrido de largo aliento, constituye la intuición del arte. Intuición que, para trocarse por una ética políticamente correcta e importada, propiamente hoy por hoy ha desaparecido. Por cierto, ha desaparecido sólo entre la poesía o el arte “culto”. A los genios que cada día a día salen a buscar su almuerzo, para ellos y para sus familias, obviamente el arte los acompaña de modo cotidiano (Pablo Guevara dixit). - “Busco un alma extraña, no una sabionda”; recuerdo que respondí un día, acometido, ante la pregunta de alguno de mis estudiantes. Frase que, acaso como todas, sin dejar de ser de ocasión, remitía también a una personal arte poética. Muy bienvenido sea este nuevo libro de Isabel Sabogal. P.G.
propia vocación, devoción, terquedad o secreto íntimo. De este modo ha nacido y se ha ido desarrollando la poesía de Isabel (Elka) Sabogal. Poeta brotada, entonces, luego de un acuerdo nocturno con sus ángeles, asimismo, desterritorializados. Es decir, y en su caso específico, donde el medioevo polaco, que ya es decir bastante por lo tenaz y antiguo, dialoga con la waka en que se ha convertido la propia poesía de Isabel. Esto último, a costa de encuentros reales, para nada imaginarios, con los duendes que usualmente la visitan como, asimismo, la convivencia con las telas de su abuelo, y todo el ambiente del indigenismo, el pintor José Sabogal. Y el asunto principal que salvan y plasman todas aquellas vocaciones, en su recorrido de largo aliento, constituye la intuición del arte. Intuición que, para trocarse por una ética políticamente correcta e importada, propiamente hoy por hoy ha desaparecido. Por cierto, ha desaparecido sólo entre la poesía o el arte “culto”. A los genios que cada día a día salen a buscar su almuerzo, para ellos y para sus familias, obviamente el arte los acompaña de modo cotidiano (Pablo Guevara dixit). - “Busco un alma extraña, no una sabionda”; recuerdo que respondí un día, acometido, ante la pregunta de alguno de mis estudiantes. Frase que, acaso como todas, sin dejar de ser de ocasión, remitía también a una personal arte poética. Muy bienvenido sea este nuevo libro de Isabel Sabogal. P.G.
Mi nombre son tres sílabas
lanzadas al azar del viento.
Piedra que arrastro como sombra,
como cadena amarga y dulce a la vera del camino.
//…//
Y es en mi nombre donde están los pueblos
del mundo entero fundidos en mi sangre;
mientras soy niña, terriblemente niña,
mientras soy grande, terriblemente grande,
por el amor de Dios, terriblemente grande.
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