Esta será una breve reseña del libro de relatos „La cantimplora zarista” de Andrzej Pilipiuk, volumen VI de la serie „Los mundos de Pilipiuk”. En estos relatos, anteriores a los ya reseñados aparece también, entre otros, el doctor Paweł Skórzewski. Y como siempre, en los mundos de Pilipiuk, lo imposible se hace posible.
En el relato “El secreto del Cerro del Dolor” el doctor parte con su sobrino Aleksander, cadete de la Escuela Militar de Petersburgo, un compañero de éste y dos guías armenios a buscar los restos del Arca de Noé en el Monte Ararat. En el camino los guías les cuentan la leyenda según la cual existe una Orden, cuyos monjes protegen el Arca, impidiendo que la gente inadecuada, llegue a verla. Finalizan diciendo que tal vez no se trate de monjes, sino de espíritus con traje monacal.
Y efectivamente, de todo el grupo, el único que llega a ver el Arca, en un momento en el que se queda solo, es el doctor Skórzewski. Los espíritus, de los cuales sólo llega a percibir los hábitos negros, más no los rostros, las manos, ni los pies, le dicen que es el único que lo merece. Pero, obviamente, no puede compartir su visión con los demás.
Años después, en 1927, caminando por un mercado de Varsovia, el doctor da con un antiguo paciente suyo, quien vende, entre otras cosas, los objetos que un turco dejó en un departamento del cual era inquilino. Entre ellos un estuche, que el doctor abre. Adentro hay una foto del valle que se encuentra al pie del cerro Ararat y un trozo de madera de cedro, que el doctor sabe con certeza, es del Arca de Noé.
En “Paraguas negros” un joven fotógrafo viaja en el tiempo, encontrándose de pronto en un día de mercado en Bieżmo Stare, pequeña ciudad del sur de Polonia, en la década de los treinta. Sin perder tiempo se pone a sacar fotos, para rescatar del olvido, un mundo que sabe desaparecerá unos años después para siempre. Así como llegó, así regresa intempestivamente al siglo XXI.
Ya en la tranquilidad de su época y su hogar, elige las mejores fotos, las pasa a blanco y negro y organiza una exposición en Varsovia diciendo que las halló e un álbum antiguo, de procedencia desconocida. En medio de la inauguración se le acerca un anciano, clavándole un martillazo en la cabeza.
El anciano resultó ser el antiguo rabino del pueblo y, tal vez, el único sobreviviente de la comunidad judía del mismo. Probablemente habría visto al fotógrafo correr, hace setenta años, con un extraño aparato, cual un ser de otro planeta, de un lado al otro del pueblo.
El joven se pregunta porqué es que el anciano está ofendido con él. ¿Será porque al retroceder en el tiempo, no advirtió a nadie de la inminencia de la invasión alemana y la hecatombe que se venía, haciendo desaparecer de la faz de la tierra la comunidad judía de Polonia? ¿Es que acaso una advertencia así habría servido de algo?
En “Una muerte llena de misterio” el doctor Skórzewski se entera por un paciente suyo, uno de los ciento cincuenta mil rusos blancos refugiados en Polonia, de que su sobrino Aleksander se encuentra en la localidad rusa de Oriol, a orillas del río Oka.
El doctor, quien le perdió el rastro en medio de la guerra civil, decide partir en su búsqueda. Logra ingresar a la Unión Soviética, como participante de un congreso científico, llegando a un país, sumido en la miseria y el terror. Venciendo un sinnúmero de dificultades, llega al fin a la ciudad de Oriol. Allí se encuentra con su amigo entrañable, el farmacéutico Stawicz, cuya hija Marfa enamora con Aleksander. Al hablar de la situación del país, su amigo le confiesa lamentar no haber huido a tiempo, diciéndole que no lo hizo “Porque la huida requiere de valentía. La casa, los muebles, las cosas, los libros, los vecinos, los amigos, el cafetín preferido, todo eso te ata al lugar en el que vives.” *
Pero, le dice luego, nada de eso queda. Tuvo que quemar los libros preferidos de su biblioteca para calentar la casa, los vecinos fueron deportados, los amigos fusilados y su cafetín preferido es ahora una cantina de mala muerte.
De noche el doctor y su sobrino van a presenciar, desde un lugar estratégico un cónclave de los jlysty. Se trata de una secta ortodoxa, que a través de la autoflagelación, pretende combatir el mal del mundo. Esta vez llegaron a Oriol desde diversos confines de la Unión Soviética al llamado de su líder. Y es al llamado de su líder Vasili, quien se autoproclama Cristo, que empiezan a flagelarse las espaldas desnudas, con cadenas recién calentadas a fuego ardiente, dejando rastros de sangre en la nieve. El espectáculo es aterrador, pero es más aterrador aún lo que recién está por venir. Desde el cerro donde se ubicaron el doctor y su sobrino, el ejército ametralla a todos los jlysty.
A los dos días del suceso se esparce la noticia de que murió el “padrecito” Lenin.
- ¿No será acaso que el mal que está por venir será peor al mal ya conocido? - se pregunta el doctor, anticipándose a los hechos.
Y a la madrugada siguiente, acompañado del boticario, Marfa y Aleksander, emprende la fuga, casi imposible de realizar, hacia Polonia. Pero, como ya dijimos, en los relatos de Pilipiuk lo imposible se hace posible.
Esta reseña es apenas una pincelada, en la que hemos presentado algunos de los ocho relatos, hechos de un cruce de fantasía y realidad histórica, que contiene este libro.
* Andrzej Pilipuk, „La cantimplora zarista”, p. 236
Traducción: Isabel Sabogal Dunin-Borkowski
Ficha bibliográfica:
Andrzej Pilipiuk: „La cantimplora zarista” (Carska manierka)
Serie: „Los mundos de Pilipiuk” (Światy Pilipiuka), volumen VI
Lublin, Editorial Fabryka Słów, 2013
Número de páginas: 352
Idioma: Polaco
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