miércoles, 21 de agosto de 2019

Sobre el relato "Las campanas vespertinas" de Andrzej Pilipiuk

Esta será una breve reseña del relato “Las campanas vespertinas”, el cual forma parte del libro „2586 pasos”, volumen I de la serie „Los mundos de Pilipiuk”. En éste, tal como en algunos de los relatos reseñados anteriormente, el personaje principal es el doctor Paweł Skórzewski.
Corría el año 1893, cuando el doctor llegó a combatir la epidemia de una enfermedad sin identificar, en un pueblo ubicado en una isla en medio de los pantanos, propiedad del noble Samuel Lisowski. La mente positivista del galeno ya tergiversó lo sucedido en Bergen quince años atrás, llegando él mismo a creer que no había matado al Abuelo de la lepra, sino a un mendigo leproso.
Al día siguiente de su llegada, Lisowski reunió a los pobladores del lugar, diciéndoles que el doctor Skórzewski había venido a revisarlos y curarlos a pedido suyo y del Zar de Rusia. Y que quien no se sometiera a sus análisis e indicaciones, sería deportado a Siberia.
El doctor dio las disposiciones necesarias, ofreciendo dinero a quien quisiera apoyarlo con las labores de enfermería y cremación de los difuntos. Pero tan sólo uno de los pobladores del pueblo, Iwan, fue quien accedió, asegurándose antes de que en caso de contagiarse y fallecer, el dinero fuera a parar a su familia.

Por una cruz de doble travesaño que se hallaba en el pueblo, el doctor se percató que ya anteriormente hubo allí una epidemia. Lisowski se lo confirmó, diciendo que fue hace algunos siglos. Para informarse sobre el tema, hizo abrir el cofre en el que se hallaba la antigua crónica familiar. Y efectivamente, encontraron allí una nota del párroco del lugar, que describía la peste y sus síntomas, idénticos a los que se estaba viviendo en el pueblo. Estaba fechada en 1497, vale decir, hacía trescientos veinte años. Finalizaba con una frase inconclusa que decía: „Los rachmani nunca…” *
¿Pero quiénes o qué eran los rachmani? Magda, la sirvienta de Lisowski, chica que conocía las tradiciones populares del lugar, lo explicó de esta manera: 
“- La gente mayor decía que aquí, al lado, hay otro mundo. (...) Igualito al nuestro. Al mirar el agua vemos nuestro reflejo, pero lo demás es una imagen nebulosa de aquel mundo. Viven en él los rachmani. No son gente, sino monstruos. Sólo que no son tan malos... Son muy devotos y cuando llega el tiempo de Cuaresma ayunan durante cuarenta días, sin probar alimento alguno. Cuando nosotros echamos las cáscaras de los huevos bendecidos al agua, éstas llegan a las orillas del otro mundo y entonces ellos saben, que donde nosotros ya es Semana Santa. Y luego, dos domingos después que nosotros, celebran la suya. (...) A veces, al pararnos al anochecer a la vera del agua, escuchamos el tañido lejano de las campanas de las iglesias y templos de aquel mundo.” **
Aquí haremos un breve paréntesis para aclarar al lector ajeno a la cultura polaca, que es parte de su tradición el llevar huevos pintados a la iglesia el día Sábado de Gloria, para que el cura los bendiga, conjuntamente con otros alimentos que se comerán, celebrando el Domingo de Resurrección.

El doctor fue a hacer su guardia nocturna, percatándose de que Iwan se había contagiado. Antes de morir, éste le confesó, que lo que estaba sucediendo era un castigo por los pecados de Hanusz y los suyos propios. Hanusz, le dijo, había capturado a uno de los rachmani, robándole su cruz. E Iwan, antes de cremar el cuerpo de Hanusz, se apropió de ella.
El moribundo sacó de debajo de su camisa una crucecita que le colgaba del cuello, rompiendo antes la correa que la sostenía y alcanzándosela al médico. La cruz era de oro puro, llevando al reverso una inscripción en un alfabeto desconocido.
El doctor fue a la cabaña de los Hanusz, donde no había sobrevivido nadie. Era evidente que alguien la había estado rebuscando. Luego se acercó a la orilla y persignándose, lanzó la cruz al agua. 

La evidencia de que tanto el doctor, como Lisowski se habían contagiado, se dio al día siguiente. El médico le preguntó al dueño de casa, como así había decidido quedarse en un lugar en cuarentena, cercado por un cordón militar, que evitaba que nadie se escapara, expandiendo así la enfermedad. El noble le respondió que se debía a su gente y que antes de alertar a las autoridades de la situación, había enviado a su hijo a Kiev, donde también se encontraba en cuarentena. En cuanto a él mismo, no tenía miedo de morir, pues ya había perpetuado su linaje.
El doctor aplicó la poca morfina que quedaba a sí mismo, Lisowski y Magda, quien también se había contagiado. Luego ambos hombres se acomodaron a esperar la muerte, en la misma habitación, enviando a Magda a la suya. Antes de hacerlo, pidieron a la chica que les trajera los mejores licores del sótano casero. Mientras todavía tenían fuerzas, jugaron a las cartas, bebieron los licores y conversaron largamente. 

El doctor había perdido la noción del tiempo, cuando vio entrar a la habitación en la que yacían a un ser de más de dos metros de alto, vestido con un traje parecido al de la nobleza polaca. Dudó en captar si lo que estaba viendo era realidad, o una visión causada por la morfina que corría por sus venas. Cuando el ser se les acercó, vio que su rostro era similar al de una rana. Éste sacó de debajo de su capa una botellita verde, cuyo contenido vació en un vaso que se encontraba sobre la mesa. Luego vertió el líquido en sus gargantas, señalando antes de salir, el crucifijo en la pared.
A los tres días el doctor tuvo la fuerza suficiente para levantarse. Se inclinó sobre Samuel Lisowski, quien le pidió algo de beber. Desde la habitación de al lado llegó un gemido, lo que significaba que Magda también había sobrevivido. El doctor pasó revista por el pueblo, viendo que había más sobrevivientes. Se acercó al borde del pantanal, para avisar, mediante un heliógrafo, al cordón militar, que la peste había sido controlada. 
Y entonces escuchó el tañer de las campanas, llegando desde debajo de las aguas. En el mundo de los rachmani se iniciaba la Semana Santa.


* Andrzej Pilipiuk, “2586 pasos”, p. 113
**  Op. cit., p. 119
Traducción: Isabel Sabogal Dunin-Borkowski

Ficha bibliográfica:
Andrzej Pilipiuk: “Las campanas vespertinas” (Wieczorne dzwony)
Libro: “2586 pasos” (2586 kroków)
Serie: „Los mundos de Pilipiuk” (Światy Pilipiuka), volumen I
Lublin, Editorial Fabryka Słów, 2007
Idioma: Polaco

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